Su autora, la pedagoga y escritora Matilde García del Real y Álvarez Mijares (conocida como Matilde del Real Mijares), fue una de esas personas convencidas de que la educación era el instrumento fundamental para el progreso de la humanidad. Durante toda su vida profesional trabajó por conseguir la profunda transformación de la educación que necesitaba España y que para ella debía partir, sin duda, del reconocimiento del derecho a la educación igual para todos, niños y niñas, hombres y mujeres.
Maestra normal, institutriz, profesora de Jardines de infancia, y profesora en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, una Asociación con el fin de facilitar la educación de las mujeres y la regeneración de la sociedad española, fue la primera mujer que ingresó en la inspección de educación, ejerciendo 35 años como inspectora de Madrid, hasta su jubilación en 1926.
Hay que destacar que en 1908 cuando se creó el cuerpo de inspectores ella ingresó con el número uno del escalafón siendo no sólo la primera sino también la única mujer en ese momento ya que el Estado no comenzó a nombrar inspectoras hasta cinco años después.
En su vocación de maestra intervino la Institución Libre de Enseñanza y, sobre todo, la jurista Concepción Arenal, amiga de la familia a la que admiraba profundamente y cuya influencia fue definitiva.