Los intelectuales y la política

Por Harendt

Platón (427-347 a.C.)


Los intelectuales nunca han tenido mucha suerte en sus incursiones en la vida política activa. Comenzando por Platón, y terminando por Michael Ignatieff. Sobre los intelectuales y la política he escrito en numerosas ocasiones en el blog. De ellos, de los intelectuales, siempre se ha dicho que constituyen la voz y la conciencia crítica de la sociedad de su tiempo. Claro está que para compartir esa opinión primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre que entendemos hoy por intelectual, sobre cual sería su función y a quien podríamos calificar como tal. La nueva edición del Diccionario de la Lengua Española (que aparece en octubre próximo) los define como aquellos dedicados preferentemente al cultivo de las ciencias y de las letras. Se me queda corta la definición. 

En recientes artículos sobre el papel de los intelectuales en la política y la sociedad de su tiempo, el profesor Fransecs Carreras considera que su función es la de influir, legitimar y criticar; el filósofo Fernado Savater los define como peces piloto entre tiburones; el historiador Santos Juliá analiza las pasiones políticas de que hacen gala; el escritor Mario Vargas Llosa escribe sobre el fracaso del filósofo Ortega y Gasset en su paso por la vida política; el profesor y político canadiense Michael Ignatieff lo hace sobre las falsas soluciones del populismo a los problemas reales; y en el último número de Revista de Libros, la profesora de la universidad de Salamanca, Rosa Benéitez, escribre sobre el poder real de los intelectuales. Creo que merece la pena que se detengan por unos instantes en esos enlaces y disfruten de los mismos.

¿Cabría calificar a los poetas como intelectuales? Si nos atenemos a su función, sí. El poeta norteamericano Walt Whitman dejó dicho que el poeta era el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzadas por la luz. Cuando todo aquello en lo que creíamos cede ante nuestros pies, nos queda la palabra. ¿No es eso a fin de cuentas lo que nos dijo también Blas de Otero en su poema "En el principio"? Pues no dejemos de usarla, cada uno a su manera y según sus posibilidades.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






El profesor y político canadiense Michael IgnatieffEntrada núm. 2157http://elblogdeharendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri