Cuando se cumplen algo más de treinta años de su primera edición, Reino de Cordelia reedita Los jinetes del alba, la novela que Jesús Fernández Santos publicó en 1984.
Por entonces habían pasado otros treinta años desde la aparición de su espléndida novela Los bravos y su prosa había ganado en consistencia sin perder capacidad narrativa y había conseguido una calidad de página que en esta obra se aprecia desde las primeras líneas -"Bajo la vaga luz del alba, el caballo se detuvo. Su breve alzada le hacía parecer más pesado, dejándole apenas asomar la cabeza sobre el bosque de piornos y jara. Quizás por ello nadie oyó tampoco su leve trote, casi tan suave como el sedal castaño de sus crines."-hasta las últimas: "La brisa anima en las ventanas algas y mimbres que rizan la tranquila superficie. La infanta, disfrazada de Virgen, mira y calla en torno a medida que las estrellas huyen y aparece en lo alto la mancha de la luna, iluminando muros, silencios, ecos, retazos de una historia que jamás debiera volver a repetirse."
En Los jinetes del alba, ambientada en la montaña leonesa en los días agitados de la revolución de Asturias de octubre de 1934, Fernández Santos integró los recuerdos infantiles del niño de la guerra que fue, los relatos orales sobre hechos y personajes que tienen como telón de fondo aquellas vísperas de la guerra civil en unos paisajes en los que transcurre gran parte de su mundo narrativo.
Esa es la base de una novela que se sostiene, al cabo de los años, en la potencia de su estilo, en la construcción magistral de los diálogos, en la articulación de acciones y temas en el conjunto del entramado narrativo de la novela y en la capacidad de reconstruir un pasado más próximo que el de otras obras como Extramuros, Cabrera o La que no tiene nombre.
Más cercana al presente por cronología y por la repercusión de sus consecuencias, en el fondo su carácter histórico –aun siendo importante- no es lo fundamental porque la voluntad que atraviesa esta novela, como las otras citadas, es la de indagar en el sentido de la existencia humana, en la relación conflictiva del hombre con el mundo, con los demás y consigo mismo.
Y así la historia se actualiza en la lectura del presente, lo histórico importa menos que lo intrahistórico y lo cotidiano adquiere un significado simbólico como imagen de la vida. Por eso, más allá de la anécdota argumental y de sus límites espaciales y temporales, Los jinetes del alba tienen un sentido profundo y universal.
Porque, por encima de la peripecia individual de los personajes, por encima del convulso contexto histórico y social en que la sitúa su autor, la novela –como toda literatura que se precie- propone una interpretación de la realidad y de la vida.
Y, como siempre en los cuentos y las novelas de Fernández Santos, hay aquí también una admirable voluntad de estilo, una prosa consistente, brillante y eficaz. Por eso la meritoria adaptación cinematográfica de la serie de televisión que dirigió Vicente Aranda está, pese a su valor artístico, muy por debajo de esta novela insustituible.
Santos Domínguez