Acabo de tener una pequeña charla con un par de jóvenes de 22 años. Están estudiando ingeniería mecánica. Les pregunto si han pensado en qué les gustaría trabajar. Uno de ellos, sin dudarlo, me indica que le encantaría ser ingeniero de la Fórmula 1. Sé que lo va a conseguir. Lo veo en sus ojos y en su porte decidido. Tras exponer su sueño, añade uno “pero”, y le recuerdo que esa conjunción adversativa (curioso… es adversa…) detrás de un sueño, lo invalida. Sonríe, y veo que lo ha entendido a la perfección.
Cuando le pregunto al otro joven en qué se ve trabajando no encuentro una respuesta concreta. Se abre un silencio y me da otra que me sorprende y alegra:
“Sonará raro, pero cuando iba a entrar en la universidad no sabía qué estudiar. Me gustaban varias cosas, pero, en realidad, lo que quería era aprender”.
¿Puede haber más sabiduría y entusiasmo en estos dos jóvenes, como en otros tantos?
No hacen falta más palabras…