Los juegos en la Edad Media.

Por Selva Del Olvido

Desde nuestra más tierna infancia siempre se nos ha mostrado el mundo medieval como una etapa oscura en la que los hombres no se atrevían a disfrutar de la vida diaria como consecuencia de la noción de pecado, que lo inundaba todo. Sin embargo, esta concepción del mundo medieval se aleja bastante de la realidad. Tal y como hemos visto en artículos anteriores los hombres y mujeres de la Edad Media no eran insensibles ante la belleza y los placeres de la vida.
A ello hemos de unir el hecho de que la sociedad medieval, principalmente entre las capas altas de esta aunque no exclusivamente entre ellas, dedica buena parte de su tiempo al ocio, durante el cual, al igual que ocurre hoy en día, se busca divertirse mediante la participación en una serie de juegos.
Entre estas diversiones, junto a los típicos ejercicios propios de los caballeros en su adiestramiento, la caza y los célebres torneos, presenciamos como surgen algunas actividades que podríamos considerar como precedentes de ciertos deportes actuales. Así, por ejemplo, conocemos bien como en el norte de Francia se popularizó un juego de pelota llamado “soule”, que consistía en patear dicho objeto hasta terreno contrario. En una de las variantes del juego dicha pelota se empujaba con un palo curvado en su extremo.

Así mismo, la presencia del “juego de la palma” se hizo muy popular en toda Europa occidental e, incluso, encontramos referencias a este juego en algunas obras de la época de Alfonso X en Castilla. Al parecer, dicho juego tenía una base muy sencilla: la idea era pasarse una pequeña pelota golpeándola con la mano. Con el paso del tiempo el juego se volvería más complejo, asumiendo el uso de una especie de raquetas con las que los jugadores se pasaban la pelota.
A estos juegos de tipo físico habría que añadir los juegos de azar y los de mesa. De sobra es conocido el gusto medieval por los dados y por las tabas. Así mismo la popularización de juegos como el ajedrez y las damas, traídos desde oriente, llegará a tal nivel que el ya citado Alfonso X ordenará la redacción de un libro sobre la materia.
La presencia de este tipo de diversiones y la gran difusión que éstas experimentaron nos indican que la imagen del hombre medieval como un ser sufriente, que vive en un “valle de lágrimas”, no es totalmente verídica. El hombre medieval también juega y ríe.