A finales de siglo entró en la escena San C. Po, al que podemos considerar como el padre del nacionalismo karen. San C. Po procedía de una familia cristiana y se había educado con los misioneros baptistas. Apreciando su potencial, los misioneros le enviaron a los 14 años a estudiar en EEUU. San C. Po pasó allí nueve años y se graduó como doctor. Completados sus estudios, regresó a Birmania y empezó a jugar un papel destacado en la ANK: se casó con la hija de uno de sus fundadores.
San C. Po defendía que Birmania no estaba en condiciones para el autogobierno y que necesitaría muchos años bajo el gobierno británico antes de estarlo. Pensaba que, dado su grado de desarrollo, ni los karen ni los birmanos podrían apreciar los beneficios del gobierno independiente. Con gran ingenuidad afirmaba que los karen preferían trabajar codo con codo con los británicos (más bien era por debajo de los británicos), cuya “capacidad superior y espíritu magnánimo” apreciaban. Éstos no son mis británicos, me los han cambiado. O eso, o que Po era un iluso.
Hacia el final de la I Guerra Mundial los británicos decidieron que debían reformar el sistema de gobierno en sus posesiones de la India. La agitación del Congreso y las tensiones generadas por el conflicto habían puesto de manifiesto que el sistema tradicional de gobierno no funcionaba. Desde los primeros momentos del debate quedó clara la disparidad de opiniones entre birmanos y karen. Los primeros querían romper los vínculos con la India británica, mientras que los segundos querían mantenerlos. Les daba yuyu encontrarse solos con los birmanos.
En 1921 los británicos establecieron el Comité Whyte para fijar las formas de representación en la futura asamblea birmana, una vez que se había decidido la separación entre la India y Birmania. En el comité se integraron dos birmanos, un indio y un karen, San C. Po. Los birmanos, que temían que el Comité fuera una añagaza para dividir el país, temor comprensible cuando uno ve el tipo de colonizadores que han sido los británicos, quisieron boicotearlo. El Comité decidió reservar cinco escaños para los karen en el futuro Consejo Legislativo, ante la perspectiva de que los birmanos pudieran querer apoderarse de todos los escaños y dejar sin voz a las minorías.
En 1928 San C. Po escribió “Birmania y los karen”, un libro muy interesante porque fue la primera vez que un nacionalista karen elabora lo que deseaba para su pueblo. San C. Po pedía el autogobierno para los karen en las regiones donde eran mayoritarios, pero un autogobierno estrechamente supervisado por los británicos. El libro sugería también una occidentalización en las costumbres de los karen: en el vestido, en la manera de saludarse, en el tratamiento… Me llama la atención porque sus propuestas no difieren mucho de las que menos de una década después el Mariscal Phibunsongkram aplicaría en Thailandia. En ambos casos se asume que la adopción de prácticas occidentales como el vestido puede llevar a una transformación radical en la mentalidad de un pueblo. El libro también exalta hasta lo indecible todo lo que el cristianismo ha hecho por el pueblo karen y tiene frases impagables como “Seguramente ninguna nación o raza puede tener “demasiado Cristianismo”. Es demasiado poco Cristianismo lo que ha hecho que haya páginas tristes en la Historia de las naciones.” Me da la sensación de que San C. Po en su entusiasmo por el cristianismo, se olvida de que la mayor parte del pueblo karen es budista y animista. San C. Po otorga mucha importancia al idioma como elemento identitario. Precisamente, muchos karen al trasladarse a las grandes ciudades acababan adoptando el birmano y dejando de utilizar su propio idioma.
En resumen, el nacionalismo que trasluce de “Birmania y los karen” es un nacionalismo acomplejado, que ve todo lo occidental como superior y que siente que sin los británicos estaría desprotegido no sólo frente a los birmanos, sino también frente a su propia incompetencia. Resulta instructivo comparar el nacionalismo de San C. Po con el nacionalismo birmano de esos mismos años, que era un nacionalismo mucho más seguro de sí mismo y que quería que los británicos se fueran ya mismo. Pero es de justicia hacer una observación: los temores de San C. Po sobre lo que les ocurriría a los karen si les dejaban a solas con los birmanos no iban desencaminados, si atendemos a lo que sucedió más tarde.
En el camino hacia la división y el odio entre birmanos y karens la rebelión de Hsaya San en 1930 fue un hito importante. La rebelión mezcló elementos milenaristas, sociales y nacionalistas. Los británicos necesitaron dos años para aplastar la rebelión que terminó con unos 10.000 rebeldes muertos. Entre las tropas coloniales que intervinieron para sofocarla, estaba el batallón karen que contaba con 1.600 efectivos. Los birmanos se lo harían pagar cuando los japoneses entraron en el país diez años después.
Las reformas anunciadas durante tanto tiempo finalmente se aplicaron en 1936. Birmania se separó de la India y se dotó de un parlamento de 132 escaños, de los que doce (7 por Irrawaddy, 4 por Tenasserim y 1 por Pegu) quedaron reservados para los karen. Esta reserva de escaños sentó muy mal en los medios birmanos, que la vieron como una manera de impedir que pudieran disfrutar de mayoría absoluta en la cámara. De hecho, si vemos cómo jugaron los británicos en la India con el tema de la representación separada para la minoría musulmana. La apreciación de los birmanos está completamente justificada.
La experiencia parlamentaria no resultó demasiado positiva. Los birmanos veían con frustración cómo los karen y otras minorías étnicas bloqueaban sus iniciativas, mientras los karen observaban que tener unos cuantos escaños reservados en el Parlamento no era garantía suficiente para sus intereses. Es a finales de los 30 cuando entre los karen se empieza a abrir paso la idea de que necesitaban un estado propio.
En 1939 Sayadaw U Panda y Saw Ba Than Shwe crearon la Asociación Nacional Karen Budista para reunir a los karen budistas que no se sentían del todo representados por la cristiana KNA.
Para comienzos de los 40, el Estado colonial en Birmania había empezado a hacer aguas. La mayoría birmana estaba cada vez más politizada y más familiarizada con los entresijos de la Ley en un Estado moderno. Las divisiones interétnicas eran cada vez más agudas. Los problemas de endeudamiento y de tenencia de tierras en el campo se habían hecho estructurales. Las reformas de 1936 estaban mostrando sus limitaciones. Nunca sabremos cómo habrían sorteado los británicos la crisis, porque en 1942 el país fue invadido por los japoneses.
Los japoneses fueron recibidos por los birmanos como liberadores. El derrumbamiento del régimen colonial afloró todas las tensiones interétnicas. Los británicos ya no estaban como freno moderador (sí, después de haberlas azuzado a base de bien, procuraban que la sangre no llegase al río) y a los japoneses no les incomodaba demasiado que los birmanos se matasen entre ellos.
El pro-japonés Ejército de la Independencia Birmana (BIA según sus siglas en inglés) perpetró numerosas masacres en las regiones karen. Entre otras cosas, querían vengarse de la tradicional buena colaboración que los karen habían tenido con los británicos. Los británicos, por su parte, aprovecharon la suerte de contar con unos aliados en la retaguardia japonesa. En 1941, antes de la invasión japonesa, habían formado a 3.000 karen y les habían proporcionado algunas armas. Cuando se retiraron ante los japoneses les pidieron que escondieran las armas y permaneciesen a la espera de instrucciones. Más tarde les mandaron oficiales británicos para encuadrarlos y ayudarles a preparar acciones de sabotaje contra los japoneses. La guerrilla karen jugó un papel muy importante en las últimas fases de la guerra en Birmania.
Los karen además del papel militar jugaron involuntariamente un papel político: mostrar a la mayoría birmana que si se volvía muy pro-japonesa y nacionalista, estaba coqueteando con la fragmentación del país. El problema con este juego es que algunos karen se lo tomaron en serio y entendieron que, a cambio de su lealtad y su apoyo, Gran Bretaña les permitiría tras la guerra tener un estado karen independiente.
El Gobierno títere que los japoneses instalaron en Rangún intentó contener la animosidad entre karens y birmanos y en 1942 animó a los karen a que crearan la Organización Central Karen (KCO). La organización tuvo como presidente a San C. Po y contó con miembros tan sobresalientes como Saw Ba Gyi o Saw Pah Sa. Su misión era explicar a los karen las políticas del gobierno títere, resolver las querellas entre birmanos y karen e investigar los informes sobre actividades anti-japonesas de los karen. Sobre este último punto, la KCO solía considerar que los informes estaban inflados y respondían más a la paranoia de la policía.
La KCO jugó un papel positivo en la reducción de la animosidad entre birmanos y karen. Lo que no pudo, ni tampoco intentó, fue hacer que los karen apreciasen la ocupación japonesa. Los japoneses recurrieron en buena medida al trabajo forzado en las regiones karen y, dado que eran conscientes de la connivencia entre los karen y los británicos, fueron especialmente duros en el trato con ellos.
Para el final de la II Guerra Mundial, los karen no eran los únicos que estaban hartos de los japoneses. También lo estaban los birmanos. Los británicos, que no eran tontos y habían comprendido que recuperar el país teniendo a la mayoría birmana a su favor que teniéndola en contra, aceptaron la mano que el líder birmano Aung San les tendía y empezaron a tratar con él sobre el futuro de Birmania incluso antes de que hubiera terminado la II Guerra Mundial.
Describir en una entrada breve cómo fue el final del Imperio Británico en Asia resulta muy difícil. Lo más sencillo es decir “muy caótico”. En el caso de Birmania, tenemos a los conservadores, que se habían chupado toda la guerra y perdieron las primeras elecciones que se celebraron en tiempo de paz (las del 5 de julio de 1945). Los conservadores, que estaban convencidos de que ganarían las elecciones de julio, habían dado a conocer en mayo de ese año un Libro Blanco sobre Birmania. El Libro Blanco preveía un larguísimo proceso en tres etapas a cuyo término Birmania alcanzaría el estatus de Dominio. El futuro de las regiones de las minorías étnicas quedaba en una cierta indefinición: se establecía que seguirían “siendo por el momento responsabilidad del Gobierno de Su Majestad hasta que llegue el momento en que indiquen su deseo por alguna manera adecuada de amalgamar sus territorios con el birmano propiamente dicho.” El contenido del Libro Blanco resultaba inaplicable y más teniendo en cuenta la oposición de la birmana Liga Antifascista de la Libertad del Pueblo (AFPFL) de Aung San. El gobierno laborista de Clement Attlee, que llegó al poder en el verano de 1945, entendió que la única solución posible era la independencia y que el interlocutor válido era el birmano Aung San.
No todos los británicos lo tenían tan claro. Sir Reginald Dorman-Smith, que había sido el Gobernador de Birmania en tiempos de la invasión japonesa y ahora regresaba a su antiguo puesto en Rangún, se había pasado toda la guerra redactando memoranda en los que defendía que la Birmania de postguerra tendría que dividirse en una Birmania birmana y otra Birmana de las minorías. También estaban varios oficiales británicos, sobre todo los que habían formado parte de la Fuerza 136, que pensaban que Gran Bretaña tenía una deuda con los karen que tanto les habían ayudado contra los japoneses y que la manera de pagarla era concediéndoles un Estado independiente aparte. Algunos de esos británicos llevaron sus simpatías pro-karen al terreno de la práctica. El inspector militar británico procuró ascender a oficiales karen en las FFAA para dar a la etnia una palanca en la futura Birmania independiente. Como resultado de esta política, en el momento de la independencia, oficiales karen ocupaban los puestos de Jefe de Estado Mayor del Ejército, Jefe de la Fuerza Aérea, Jefe de Operaciones e Intendente General. Más todavía, hay evidencias de que hubo oficiales británicos que proporcionaron apoyo logístico a los asesinos de Aung San. Un libro recomendable sobre el asesinato de Aung San es “Who killed Aung San?” de Kin Oung.
Los karen eran conscientes de lo que estaba en juego. Muchos de ellos contaban con el sentido de justicia, de juego limpio y de agradecimiento de los británicos. No sabían que ésas son virtudes que los británicos sólo aplican cuando son ellos los que están en el lado perdedor.
Segunda entrada sobre Los karen del blog Asia, Buda y rollitos de primavera.