Ilustración de Tom Gauld, tomada del New York Times Magazine
Interrumpo brevemente esta serie de exploraciones en bibliotecas ajenas para hablar de otro tipo de bibliotecas. Hace poco, un artículo leído en el New York Times me informaba de una moda que, al parecer, se está extendiendo: en su lecho de muerte, dice, los libros se han convertido en algo sexy. La tesis del artículo es que, ahora que están a punto de quedar obsoletos por el avance de la lectura en pantallas, los libros físicos se han convertido en objeto de deseo, en moda, en tendencia. Vaya, que tener una biblioteca en casa es lo más de lo más. Claro que estamos hablando de los libros como decoración y no para leerlos, ¡sólo faltaría! Al parecer, famosos como Scarlett Johansson se fotografían ahora ante sus paredes repletas de libros, como antaño hacían los más sesudos intelectuales, y James Franco suele enviar tuits con fotos de sus estanterías. La biblioteca como símbolo de estatus. Tal como recuerda el mismo artículo, no es nada nuevo: algo parecido sucedió en la década de 1930 de la mano del astuto Edward Bernays (yo también hablé de él en estas Notas). Y la compra de libros a metros siempre fue algo típico de los nuevos ricos. Sea o no consecuencia de la próxima desaparición del libro en papel -algo sobre lo que podríamos discutir largamente- hay en esta nueva moda libresca (por llamarla de alguna manera) una frivolidad y una ligereza nuevas. Busquen, por ejemplo, en la gran tienda virtual Etsy el concepto "instant library" (muy típico de esta era de inmediatez). Verán que los libros no se ofrecen tanto por géneros, o por autores -al modo en que en los setenta triunfaban en nuestros quioscos las colecciones de "Grandes maestros de la literatura universal" y similares-, sino por colores. Personalmente, me he hecho una panzada de reír analizando la composición de estos decorativos packs:
Vean por ejemplo esta conjuntada colección de "libros azules", que uno puede conseguir por el módico precio de 40 dólares. Combina sabiamente obras de Jackie Collins, Raymond Carver, las memorias políticas de un asistente de Nixon, el desgarrador testimonio de Betty Ford sobre su adicción al alcohol y un diccionario francés-inglés, entre otras. Una combinación que dejará perplejos, estoy segura, a cualquiera de los bibliómanos que me leen. ¿Que queremos un look más vintage? ¿Más nostálgico y tipo "encontré estos libros en un viejo desván"? Sin problema:
(El proximo día, volveremos con más bibliotecas, de las de verdad.)