La victoria, por su parte, ha caído del lado de una idea: la de una Europa de carácter privado. Allá donde antes podían reinar diferentes modelos de Estados de Bienestar, poco a poco se podrá aplicar sólo uno: el Estado del no-Bienestar. Éste consistirá en la privatización de los servicios básicos y la reducción de los empleados básicos del gobierno y de las Administraciones públicas al mínimo, mientras que los altos directivos y asesores externos se multiplicarán. Mucho coco pensante, poco músculo para ejecutar, que para eso se subcontrata a una empresa privada –de un amigo o de libre concurso, es igual- con sueldos de miseria. La precaridad.
Los Derechos Humanos, y aquello que antes se daba en llamar Derechos Fundamentales, quedarán así supeditados a las partidas presupuestarias de cada Administración. Puede que Ud. tenga derecho a una vivienda digna, pero este año ya se ha acabado la partida para ayudas al alquiler. Podrá volver el año viene, con suerte.
Las políticas de empleo en esta nueva Europa consistirán en garantizar la libertad de los ciudadanos para poderse cambiar de empleo. Es decir, la precariedad está aquí, y ha venido para quedarse. La diferenciación entre el ámbito formal de trabajo –contrato, seguros sociales, prestaciones, etc- y el ámbito informal –el trabajo en negro, sin contrato, sin derechos- se irá diluyendo hasta permitir a las personas entrar en uno y otro indistintamente con tal de llegar a cubrir los gastos del mes.
Y todo ello sin alternativa política. El verdadero derrotado de la crisis griega de Syriza ha sido el proyecto de las izquierdas de reconvertir el modelo europeo en una Europa Social. Que quede claro: esta Unión Europea no se puede reformar. Cuando Grecia ha acudido a Europa dispuesta a pagar sus deudas, pero con la petición de poder garantizar a sus ciudadanos las necesidades más básicas, ésta le ha contestado con un No tan estruendoso que ha hecho caer de rodillas el proyecto reformista de las izquierdas europeas. El límite de las izquierdas dentro de la UE lo ha marcado la batalla griega. No éramos conscientes de qué nos estábamos jugando todos allí, pero resulta que el Eurogrupo activó todos los mecanismos para obligar a claudicar a una timorata reformista griega. Llegando a ordenar al Banco Central Europeo que creara un corralito durante los días previos al referéndum de Julio. Y El País preocupado por la falta de papel higiénico en Venezuela, ya ves tú.
Oskar Lafontaine, político alemán de izquierdas, ha escrito un artículo a raíz de las nuevas elecciones generales griegas que ha estado circulando estos días. En él defiende el fin del euro y la descentralización paulatina –renacionalización, en realidad- de las competencias que los Estados han ido cediendo a la UE durante estos años. En realidad, lo que Lafontaine propone es finiquitar este proyecto de Unión Europea. Y lo hace desde el punto de vista de quien piensa que aún hay algo que salvar en él, desde la voluntad de reformarlo sin líneas rojas –como podría ser la necesidad de salvar el euro.
Los gobiernos del Sur de Europa están paralizados. Llevan cuatro o cinco años –según el caso- aplicando políticas dictadas por Europa. Es decir, Rajoy, el pobre, ha de quedar exculpado de estos cuatro años de gobierno. No ha hecho nada que no estuviera obligado a hacer por los compromisos que firmó a cambio de aquellos 100.000 millones de euros -100.000.000.000€ con cargo a la deuda pública ¿queda claro?-, gastados para arreglar a la banca amiga. ¡Él no es culpable, lo es Europa! En todo caso, es cómplice de connivencia.
Vivimos momentos de poner a la ciudadanía delante del espejo y decirles: “la reforma no funciona”. Que se vaya al carajo la centralidad. Son momentos que necesitan valentía política más allá de la demoscopia –hola Pablo Iglesias. Es imprescindible que en las elecciones generales de 2015 –y también en las catalanas- alguien sea capaz de transmitir el mensaje de que Europa está acabada, y de que la única manera de no verse arrastrada por su caída consiste en ser el primero que salte. También caeremos, y será difícil. Pero salir primeros y a tiempo, ser capaces de poder reconstruir nuestra economía a través de políticas diferentes, nos permitirá salvar lo que nos queda de Democracia, construir un Estado de Bienestar propio y aumentar nuestras libertades individuales y colectivas. Son momentos de liberarnos de las cadenas del colonialismo europeo, de reindustrializarnos gracias a la economía verde y la economía social.
Hoy, dice Rajoy, ya nadie habla de la salida de España del euro. Hoy, la izquierda ya está muerta.
Foto: Teemu Mäntynen