Las emociones, claves a la hora de tomar decisiones, son incapaces de seguir el frenético ritmo de la información. Para Antonio Damasio, son las que mandan a la hora de tomar decisiones. Pero hay un problema. Las emociones se cocinan a fuego lento, mientras que el ritmo de la vida moderna es trepidante: no hay tiempo para sentir. En una sociedad que canaliza la información hasta el interior de nuestras cabezas a un ritmo cada vez más rápido, ¿puede el cerebro mantener el paso?
Los límites del cerebro
¿Qué pasaría si viviésemos en una sociedad que se moviera a un ritmo más rápido que los cerebros que la han creado? “Me interesa muchísimo”, declara Damasio, “la noción de velocidad”.A primera vista, la idea de que la aceleración de la vida moderna llevará a una sobrecarga cognitiva resulta una queja bastante familiar. Críticos culturales, como David Shenk y Neil Postman, en su última época, han advertido de los peligros de una sociedad frenética. Pero Damasio tiene un truco. Él no dice que el cerebro no pueda mantener el ritmo; dice que parte del cerebro no puede seguirle los pasos, mientras que otra parte se ha mostrado dispuesta hasta ahora a seguirle el juego. La primera es la emocional, la segunda, la cognitiva.
“Es cierto que tenemos dos sistemas que están completamente integrados y trabajan perfectamente juntos, pero son muy diferentes en sus constantes temporales. Uno es el sistema emocional, que es el sistema regulador básico y que trabaja muy despacio, ya que requiere un segundo o más. Y luego tenemos el sistema cognitivo, que es mucho más rápido debido a cómo están establecidas sus conexiones y también porque muchos de los sistemas de fibras están completamente mielinizados, lo que significa que trabajan con mucha más rapidez, a escalas de tiempo de decenas o centenas de milisegundos. Por tanto, el sistema emocional funciona más lentamente que el sistema que le proporciona los datos que ha de codificar. Eso nos permite razonar muchísimo, realizar muchísimo trabajo de reconocimiento de objetos y recordar nombres en sólo unas centésimas de segundo. Y, de hecho, hay quien ha afirmado que estamos optimizando esos tiempos, estamos trabajando cada vez más rápido. Y, desde luego, actualmente la gente más joven es capaz de trabajar a ritmos cada vez más veloces”.
Registro de acontecimientos
“Basta observar a un adolescente participando a la vez en 15 chats instantáneos para ver cómo ciertas funciones cerebrales pueden alcanzar, con el entrenamiento adecuado, velocidades asombrosas”. Pero otras funciones cerebrales podrían haber tocado techo. “No tenemos absolutamente ninguna evidencia de que el sistema emocional vaya a acelerarse”, continúa Damasio. “De hecho, creo que está bastante claro que el sistema emocional, al ser un sistema regulador del cuerpo, va a permanecer con esas constantes temporales lentas. Existe un límite para las constantes, que es que las fibras no están mielinizadas, y por eso su conductividad es muy lenta”. En cierto modo, se trata de un problema de ingeniería.
El resultado no es el riesgo de que...
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