Los Maestros Cerveceros es una magnífica saga familiar que abarca dos siglos de la historia receciente de Bélgica y, por extensión, de Europa. Una especie de cruce entre Arriba y Abajo y Dinastía llevada al mundo del comic. La trama se desarrolla en el ambiente de una empresa que se dedica a la fabricación de cerveza. Desde la fundación de la primera cervecera por el patriarca de la familia a mediados del S. XIX, hasta el momento presente, a finales del S. XX, Los Maestros Cerveceros recorre las Revoluciones Socialistas, dos Guerras Mundiales, el ascenso del Nazismo y la crisis económica en cuatro tomos deliciosos.
Los Maestros Cerveceros es una saga de múltiples atractivos. Por un lado está el fresco histórico, la pequeña historia de discurre por debajo de la intriga principal y que muestra las vicisitudes que conforman nuestro mundo actual. Como introducción, cada capítulo cuenta con un interesantísimo y magníficamente escrito preámbulo que ubica al lector en la situación histórica y sobre todo, da muestra del paso del tiempo y de la modernización. Por otro lado está la atinadísima descripción de caracteres, con personajes bien diferenciados entre sí. Seres dotados casi de vida propia que evolucionan y crecen, a quienes vemos afianzar su carácter y envejecer. Desde un jovenzuelo novicio en la época napoleónica que resulta tener más carácter de lo que parece, y que funda la dinastía, hasta un reparto coral lleno de matices: el cacique, el rebelde que se enfrenta al poder establecido para luego replicar los mismos comportamientos, las mujeres fuertes que toman las riendas de cada situación y saben aprovecharse de las dificultades y la guerra, sin descuidar a los bien definidos secundarios.
Una trama plagada de enredos, engaños y traiciones, en la que no faltan las dificultades económicas de cada momento, la adaptación de la empresa, y las historias de amor poco convencionales salpicadas de matrimonios de conveniencia. Los Maestros Cerveceros es una historia plenamente adulta contada a lo largo de siete volúmenes en la versión original, más un octavo de extras que enriquece la historia principal hasta límites insospechados. Es también un relato que merece un integral en condiciones, con el tamaño adecuado, para disfrutar de él en toda su gloria. Y es además un peligro, porque mientras lo lees no puedes soportar las ganas desbordantes de engullirte cerveza tras cerveza. Y no una cerveza cualquiera.
Fran G. Lara