Cuando en 1993 Indro Montanelli abandonó ‘Il Giornale’, dijo en una entrevista televisiva sobre el editor del diario milanés: “Berlusconi tiene muchas virtudes, pero también un feo defecto: escucha más a los tontos y a los serviles que a los amigos críticos”. Montanelli, que ya tenía entonces 85 años, fue especialmente crítico con la entrada del que fuera su amigo, el magnate Silvio, en el proceloso mundo de la política. Y prefirió alejarse de su estela creando un efímero diario, que bautizó como ‘La Voce’, para retornar en sus últimos años al ‘Corriere della Sera’. Montanelli argumentó que, hasta que Berlusconi se decidió a lanzarse al ruedo político, nunca interfirió en sus decisiones periodísticas en ‘Il Giornale’; pero que la cosa cambió radicalmente cuando se zambulló de lleno a liderar la derecha italiana. “Conoce el precio de la gente”, escribió sobre él, durante su estancia profesional en Roma, Enric González
El veterano maestro de periodistas había fundado ‘Il Giornale’ en 1974, tras dejar el ‘Corriere’, después de casi toda una vida en su Redacción. En 1977, el periódico fue adquirido por un ambicioso empresario del negocio inmobiliario llamado Silvio Berlusconi. El maridaje entre uno y otro duró unos tres lustros. Rompieron porque Montanelli siempre sostuvo que su único patrón eran los lectores. El último de sus proyectos, ‘La Voce’, duró apenas un año en los quioscos. Cuando con lágrimas el octogenario director pidió perdón y anunció a los trabajadores el cierre del diario, reconociendo su estrepitoso fracaso, estos le dedicaron una ovación de un cuarto de hora.
Hace casi una década, Enric González publicó en ‘El País’ un artículo en el que hablaba de los avatares de Montanelli, fallecido en 2001 a los 92 años de edad. Fue todo un ejemplo de longevidad en un oficio en el que cuesta lo suyo envejecer al pie del cañón. Apenas superados los 50 años, una espada de Damocles pende sobre la cabeza de muchos profesionales. En demasiados casos, y obedeciendo a razones meramente crematísticas, primando la exultante juventud en detrimento de la experiencia contrastada. Algo que tampoco debería ser obstáculo para que las nuevas generaciones se fuesen incorporando de manera progresiva al mercado laboral, como es ley de vida.
Sin embargo, resulta demoledor lo que se pone de manifiesto en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2018, elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid. Según este trabajo, de los periodistas que trabajan o están en prácticas, el 5% no percibe ingreso alguno; el 12% percibe 300 euros o menos; el 11% ingresa entre 300 y 500 euros y el 27%, entre 500 y 1.000 euros. Cobra entre 1.000 y 1.500 euros un 33%, por lo que el 66% manifiesta que con el dinero que ingresa no tiene suficiente para vivir.
Ya entonces, en 2009, en plena crisis, Enric González barruntaba en su columna un panorama que en poco o casi nada ha cambiado con el discurrir del tiempo. “El problema, en una época de transición, consiste en que algunos de esos periodistas jóvenes se desvanecen por falta de soporte industrial; otros se ven obligados a predicar en solitario desde un blog; algunos, los menos, llegan al mando al púlpito cuando apenas están descubriendo cómo funciona el oficio y cómo funciona la vida. Mientras, las prejubilaciones y las políticas de austeridad eliminan la antigua casta de los maestros del taller”.
El senecto Montanelli dejó certeras reflexiones para la historia. Algunas aplicables no solo a su país, donde fue posiblemente el más grande en su oficio, sino también a otros no muy lejanos. Por ejemplo, aquella de que lo que faltaba en nuestra época no era libertad, sino que, más bien, lo que faltaban eran hombres verdaderamente libres.