Cada veintiún, día mi familia –en las visitas de mi régimen penitenciario– me provee de los periódicos de alcance nacional. Muchos quizás me acusen de masoquismo, pero lo encuentro necesario porque me ayuda a saber por dónde va el disparate del gobierno.
A veces –después de mucha práctica– puedo inferir, casi adivinar, las estrategias políticas, culturales y populistas que se trazan. Invierto cerca de doce horas en las lecturas, y no puedo ocultar que, una vez que culmino con la aberrante tarea, siempre me queda la cobardía de los periodistas, su escritura “robótica” que plasman tras una orden del jefe de redacción para cubrir determinadas noticias, luego de que estos “jefes” las hayan recibido de una cadena de repetidores que comienza en la oficina ideológica del Comité Central del Partido Comunista.
Como cubano, escritor, ciudadano inmerso en la cotidiana problemática social de los isleños de a pie, me avergüenzo de los que –desgraciadamente– tienen acceso a esos espacios, porque acatan sin disimulo las temáticas ordenadas por la cúpula gubernamental.
En el último Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), se habló y se alardeó de una “apertura” que acabaría con el “secretismo”. Aquel discurso parecía una burla, hablaba de otro país, de otro sistema, de diferentes gobernantes. De inmediato, se hicieron eco algunos “periodistas”, más bien repetidores, magos del texto vacío. Ahora, un año después, quizá ya nadie recuerde esa propaganda insulsa, engañosa, que tenía el simple ánimo de epatar a un colectivo que ejerce el “carnerismo” como ningún otro sector en el país.
Termino de leer el cúmulo de prensa y me quedo con esa sensación de engaño, de nombres reconocidos incapaces de intentar, al menos, ser honestos consigo mismos, que afirman que los proyectos en la nación cubana marchan viento en popa, aunque no les importe hacia dónde dirigen el timonel los ancianos Castro y su cúpula de aduladores. Veintiún días de artículos, crónicas, que aseguran que Cuba es el paraíso (aunque haya aspectos que retocar), y que fuera de sus fronteras se vive en el infierno.
La prensa no tiene otra intención que engañar y aterrorizar al pueblo que debe continuar con la cabeza gacha porque la actitud rebelde es demasiado agónica.
Alguien me dijo una vez que como defensa psicológica para sanar la mente, se reía de las noticias económicas, de las informativas, y de cuanto engaño ya estaba saturado. Por mucho que lo he intentado, no me brota ni siquiera una sonrisa. Lo que sí me sale es una pena ajena por esos intelectuales adocenados que –luego de ser pateados y humillados en aquellos década de los 70– hoy fingen haber olvidado, y escriben en una prensa desgastadas como ellos mismos, que resultan incapaces de emitir un criterio propio, diferente, auténtico, y se conforman con ser eso, con cubrir un espacio anodino, sin verticalidad, que es la visión de los dictadores.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Abril de 2015.