Título: Los malos pensamientos.
Autor: Juan Manuel Llorca.
Editorial: Almuzara.
Año: 2017.
Género: Novela negra, Policíaco, Thriller.
Páginas: 352 páginas.
ISBN: 9788417044480
Precio: 18 euros.
Sinopsis:
Un inspector de policía con ataques de ansiedad, un viejo periodista de vuelta de todo y aficionado al Havana 7 con Coca-Cola, una atractiva anticuaria, un centro de masajes tántricos con final feliz… Todo ello se mezcla en una historia sobre la amistad y la condición humana cuando el ex Director General del Banco del Sagrario, relacionado con la iglesia católica, aparece cosido a puñaladas en una pensión de mala muerte en lo que aparenta ser un asesinato ritual.
La corrupción y la vanidad explicarán sólo una parte del crimen en lo que, en realidad, es la historia de un grupo de hombres y mujeres a los que se les pasa la vida, con sus dosis de soledad, amistad, escepticismo, amor... y pasajes de humor impagables.
Una magnífica narración policíaca a través de un retrato social tan minucioso como hilarante. Género criminal en el que se reconoce tanto la huella chandleriana como la de la tradicional novela «enigma», al más puro estilo Agatha Christie, sin olvidar la herencia patria del mejor Montalbán.
(sinopsis facilitada por la editorial)
Impresiones:
Decía un viejo conocido mío irlandés (más por edad que por el tiempo que lleva siendo amigo), que nadie puede morirse sin conocer a The Chiieftains y la verdad es que tiene toda la razón, yo los conozco y escucho desde hace más de quince años y mi vida siempre ha sido muchos mejor con su música de fondo. Parafraseando a ese viejo barman de las islas yo podría decir que nadie puede morirse sin haber leído Los malos pensamientos.
Puede que la efusividad me haya ganado, que el espíritu de la navidad se haya apoderado de mi teclado o que cuando se elogia a un libro tan descaradamente parezca que uno va a comisión o tiene una deuda con el autor por cualquier motivo insano, pero os puedo asegurar que nada de eso me ocurre. Hay libros que llegan a uno como lector sin hacer ruido, con el anonimato como carta de presentación y poco a poco le va ganando con cada capítulo, hasta que llega la hora de cerrar el libro y uno siente cierta pena de que la historia se haya acabado, de despedirse de los personajes y con cierta nostalgia pensar que ya no los volverá a ver más.
Decía un viejo conocido mío irlandés (más por edad que por el tiempo que lleva siendo amigo), que nadie puede morirse sin conocer a The Chiieftains y la verdad es que tiene toda la razón, yo los conozco y escucho desde hace más de quince años y mi vida siempre ha sido muchos mejor con su música de fondo. Parafraseando a ese viejo barman de las islas, yo podría decir que nadie puede morirse sin haber leído Los malos pensamientos.
Puede que la efusividad me haya ganado, que el espíritu de la navidad se haya apoderado de mi teclado o que cuando se elogia a un libro tan descaradamente parezca que uno va a comisión o tiene una deuda con el autor por cualquier motivo insano, pero os puedo asegurar que nada de eso me ocurre. Hay libros que llegan a uno como lector sin hacer ruido, con el anonimato como carta de presentación y poco a poco le va ganando con cada capítulo, hasta que llega la hora de cerrar el libro y uno siente cierta pena de que la historia se haya acabado, de despedirse de los personajes y con cierta nostalgia pensar que ya no los volverá a ver más.
“Descubrieron el cadáver de buena mañana, que es una hora estupenda, porque si se da bien tienes todo el día para encontrar al asesino y te vas a casa con los deberes cumplidos.”
Así comienza Los malos pensamientos, boca abierta, ojos expectantes, al menos en mi caso a uno le da por tener buenas vibraciones con la historia pues me parece un inicio diferente, con un lenguaje con cierta socarronería que particularmente a mí me gusta y si la trama es buena, el estilo puede aportarle un extra añadido a su disfrute.
Un cuerpo desnudo, maniatado y salvajemente apuñalado ha sido encontrado en una habitación de una pensión de mala muerte, en uno de los barrios bajos de la ciudad. El hecho en sí mismo puede llamar la atención por sus características, pero que el finado sea Ernesto Martín Villalta ex director general de una entidad bancaria del país que se había ido a pique recientemente hace pensar al inspector Palacios que este puede llegar a ser un caso con vista a darle quebraderos de cabeza. En esta novela hay mucha gente con grandes motivos para matar a Ernesto y lo que parece en un principio un marrón para Palacios y su brigada irá viendo luz al final del túnel poco a poco, haciéndose esperar con el transcurso de la trama como las cosas buenas que a pequeñas dosis se disfrutan mejor.
El misterio está servido y su autor lo expone de manera que uno se siente cómodo mientras lee porque juega a adivinar quién es el aquí el culpable y eso siempre gusta aunque nunca acertemos. Uno avanza poco a poco, paso a paso conjuntamente con los descubrimientos de la policía y lo mejor de todo es que no he encontrado en ningún momento un bajón en la novela, todo lo encontraba interesante, divertido y con ganas de seguir leyendo más. Llegando al final el giro en la curva y de ahí hasta el final lectura al más puro sprint ciclista.
Pero esto no es una simple historia policíaca, aquí se habla de la corrupción, de la sociedad que vive al límite dentro de la crisis, de la banca, la iglesia en su lado más hipócrita, la alta sociedad, la prostitución de lujo, el periodismo de investigación y la soledad, la gran tapada esta última pero que a mí me ha encantado como refleja el autor el tema en la obra y como usa a los personajes para mostrarla:
Palacios, un policía con los defectos suficientes para hacerlo muy humano. Oliver un viejo periodista curtido en mil batallas al borde de la jubilación y que es el mejor compañero que uno puede tener en su trinchera, Salinas un subordinado que puede aspirar a todo si sus pies de barro se lo permiten, Jímenez, policía de la vieja escuela y así otros tantos y cada uno nos dará una lección de vida.
“Había visto pasar por delante de su casa el entierro de muchas de sus aspiraciones y lo había hecho sin pena, como quien es espectador de su propia vida. Se agarraba a las viejas certezas, a los principios más básicos, los que de verdad configuran al hombre: la honradez, la amistad, la justicia..., en fin, todas esas chorradas que distinguen a las buenas de las malas personas”.
Claro ejemplo esta novela de como el humor ácido y la seriedad pueden ir de la mano. He compartido momentos hilarantes con reflexiones profundas y momentazos de llevar a escena y repetirla hasta la saciedad en la pantalla. El resultado de esta mezcla da sus frutos y al final aunque desconfiamos de todos los sospechosos, uno le coge cariño a los policías, a los que parecen malos y se queda cierto sentimiento de esperanza en volverlos a ver en nuevas aventuras porque el estilo de Juan Manuel Llorca es como esas gotas que van cayendo poco a poco en un vaso y cuando te das cuenta esta lleno y te alegras por de ello.
Podría seguir hablando de este libro que no será la mejor novela del año pero que tiene tantas cosas por las que merece la pena leer que destriparía su contenido y sus personajes en varios folios. Pero no voy a ser tan cabrón y os dejo la oportunidad de poder descubrirla, de disfrutar de sus momentos de intimidad y conocer con que arte, seriedad y de qué forma tan sutil trata el autor el tema de la ansiedad, un tema tan presente en la sociedad y que me ha encantado la forma en que está representada aquí. No vendo humo, expreso sentimientos y este libro es un instrumento para desconectar de los problemas y pasar un rato genial.desconectar de los problemas y pasar un rato genial.
Autor: