Esa es la afirmación que se deduce del artículo de Snehal M. Pinto Pereira, PhD, Leah Li, PhD, Chris Power, PhD del Great Ormond Street Institute for Child Health de Londres (http://pediatrics.aappublications.org/content/pediatrics/early/2016/12/15/peds.2016-1595.full.pdf) que publico la revista de la American Academy of Pediatrics el lunes pasado online, y que saldrá en el número de enero próximo.
Los autores examinaron el estado socioeconómico de los adultos de 8.076 personas nacidas en 1958, para ver cómo se comportaron como adultos, observando marcadores como las bajas por enfermedad de larga duración, desempleo e inseguridad financiera. De sus hallazgos se deduce que el maltrato infantil se asocia con malos resultados socioeconómicos en la mitad de la edad adulta, con un riesgo mayor para aquellos que experimentaron múltiples tipos de maltrato. Esto sugiere que el impacto del maltrato infantil persiste durante décadas y es un determinante negativo en la vida de las víctimas.
No creo que sorprenda a nadie, pero es una buena cosa que quede cientificamente demostrado. Con esta evidencia en la mano se puede instar a la justicia que sea más rigurosa con los maltratadores. Y a los responsables de la atención social a las víctimas de malos tratos a mantener su vigilancia y apoyo extendido a la vida adulta.
Los malos tratos no son sólo un episodio. Hacen daño a corto, medio y largo plazo. Y hasta, como hemos sugerido, pueden incorporarse como genes negativos en la dotación epigenética de las víctimas y, con ello, trasmitirse a las siguientes generaciones.
X. Allué (Editor)