En este nuevo largometraje cuesta encontrar algo de la autora de Una novia errante. Aunque escrito por ella (y su hermano), el guión se corresponde más con un viejo cine argentino propenso a reeditar la fórmula de la comedia dramática familiar, aquélla que aboga por la unión de los fratellos en honor a nuestros orígenes tanos. [Las películas de Luis Sandrini sentaron precedentes en esto de tocar nuestras fibras más íntimas, por momentos con humor, por momentos con toques sensibleros].
Además hay algo contradictorio en Los Marziano: en una historia donde los personajes son meros estereotipos, Arturo Puig y Guillermo Francella hacen todo lo posible por no replicar moldes, en un caso por evitar los tics de Grande pa’, y en el otro por confirmar el cambio de rumbo emprendido con El secreto de sus ojos. Resultado: ambos actores parecen muy pautados.
Por su parte, las mucho más dúctiles Mercedes Morán y Rita Cortese tampoco consiguen lucirse. Un poco porque sus personajes son unidimensionales. Otro poco porque deben secundar a dos plomos.
Sin dudas, lo mejor de Los Marziano son la fotografía de Julián Apezteguía y la música del Chango Spasiuk. Algunos espectadores melancólicos también celebrarán la breve aparición de Cristina Alberó, y los baficianos cholulos festejarán la intervención de Daniel Hendler en un papel secundario (recordemos que Katz aportó lo suyo en Norberto apenas tarde).