Esmeralda García Ramírez
National Geographic señala que los primeros migrantes que se suscitaron en el mundo fueron los humanos primitivos que salieron del continente africano. Los primeros fósiles de Homo Sapiens reconocibles se descubrieron en Etiopía y tenían casi 200.000 años de antigüedad. Los primeros humanos habían emigrado a Asia, por el estrecho entre el Cuerno de África y el actual Yemen, bien por la península del Sinaí. Luego, tras diseminarse por el sudeste asiático, emigraron a Australia, después a Europa y luego las Américas. El conflicto de los asentamientos judíos en territorio palestino es una de las razones de la ira árabe en todo el mundo, todo empezó hace más de 2000 años, en el año 70 D.C. cuando los judíos vivían bajo la ocupación del imperio de Roma, los hebreos se rebelaron y el general Tito mandó a arrasar la ciudad del Templo de Jerusalén, hoy Muro de los Lamentos, originándose la primera gran diáspora de judíos por el mundo, distribuyéndose en más de cien países. En el año 135, D.C., hubo otra rebelión contra Roma; pero los romanos obligaron a huir a los judíos en masa. Así pasaron 17 siglos y a finales del siglo XIX, el judío Teodor Herzl tomó la decisión de volver a reunir a todos los judíos, iniciativa ésta que se le llamó sionismo. Los judíos, poco a poco, se apoderaron del territorio de Palestina, desplazándolos a la fuerza, con el apoyo económico, político y militar de los EE.UU., de la influyente comunidad judía, así como con las indemnizaciones alemanas por los desastres de la II Guerra Mundial. Es hoy día una de los peores desalojos que se comete contra un pueblo, a causa del Estado sionista de Israel, y el mundo no dice nada, lo cual indica que este conflicto provocado no se solucione con prontitud.
La ola de migrantes venezolanos que se expande hacia Latinoamérica, Estados Unidos y Europa es alarmante; pero, los grandes medios de comunicación, los países «del primer mundo», la ultraderecha mundial, los gobiernos proyanquis y las redes, solo hablan de los migrantes venezolanos que «huyen del régimen de Maduro» porque en realidad les interesa desestabilizar a este gobierno, más no porque sean perseguidos políticos, o por causa del hambre, o por la crisis política, económica y social que atraviesa. No hablan de las causas reales de esas migraciones o, por lo menos, su raíz principal. El fenómeno migratorio que se ha suscitado en casi todo el mundo es responsabilidad de los Estados Unidos, y en el caso de Venezuela, la intromisión del imperio contra el país ha sido alarmante. El imperio sigue con esa política avasallante de exterminio que se remonta de los pueblos indígenas y la esclavitud de los africanos. Así que está estrategia de ataque, con su falsa imagen de ayudar al país, es muy natural, por eso las tendencias migratorias han cambiado en forma radical en los últimos meses, ya que los venezolanos que migran hacia el norte lo hacen en busca de protección, de un refugio seguro, un trabajo «de oportunidad» y una «mejor vida de sueño americano», situación esta que supera al de los migrantes procedentes de Centroamérica. La mayoría de los venezolanos que emigraron hacia América Latina también tuvieron que salir de estos países hacia EE.UU., en virtud de la crisis económica que azota desde hace tiempo a países de la región, crisis éstas también provocada por el imperio por la imposición del dólar que está generando alzas inflacionarias jamás vistas, ya que el gobierno de EE.UU. busca oxigenarse para paliar la crisis de este país. A los fines de parar ese flujo migratorio, Biden implantó una serie de medidas, que pasan por crear un programa de una supuesta libertad condicional humanitaria —tratando a los venezolanos como delincuentes—, expulsó a los que estaban en la línea fronteriza para México, y lo último que hizo, ante la presión que han ejercido los compatriotas del otro lado esperando que Biden rectifique su medida, fue echarles plomo, sin importar que hubiera infantes, niños, niñas y mujeres embarazadas. No conforme con esto, algunos gobiernos como Panamá les cerraron el paso para que no puedan transitar nuevamente por su país. Sin embargo, esto no es lo peor: algunos venezolanos que viven en el imperio se oponen a que lleguen más venezolanos a EE.UU., por considerarlos niches, marginales, malandros o delincuentes, por el hecho de no representarlos.
Lamentablemente los venezolanos migrantes que salen de su país y los migrantes que quiere el imperio no son los mismos, ya que ellos no quieren latinos como el hijo del campesino, o «marginales» como Yoaibimar, o el estudiante que dejó sus estudios para buscar su sueño, no. El imperio quiere migrantes como Guaidó y todo su séquito porque visten bonito, hablan bien y roban al país en complicidad con el gobierno norteamericano. Tal vez los venezolanos que emigran para el imperio desconocen que van a engrosar la larga lista de explotación laboral existente en este país. Según la página digital CGTN en español, el fenómeno del trabajo forzoso en EE.UU. es omnipresente en 23 industrias o campos, incluidos el de limpieza, agrícola, turismo, servicios médicos y de belleza. Sus principales ciudades como New York y Los Ángeles albergan la sede de la mayoría de las fábricas de explotación. Los salarios y beneficios de los trabajadores están muy por debajo de los estándares legales, y no hay pago por horas extras, entre otras violaciones laborales. Tanto republicanos como demócratas criminalizan a todas las comunidades inmigrantes; pero, ninguno habla de las causas del por qué la gente migra. El imperio debe empezar por abolir el decreto que considera a Venezuela una amenaza extraordinaria y eliminar las sanciones impuestas, las cuales han obligado a sus ciudadanos a partir para buscar mejores condiciones de vida individuales y colectivas, bajo el costo de vender sus enseres, inmuebles y dejar sus bienes más sagrados: la familia y su país, ésta es la verdad verdadera. Los hermanos venezolanos que están cerca de EE.UU. en la frontera, que duermen en carpas con necesidades urgentes de alimentos, calefacción, que tienen del otro lado seres queridos, o que quieren aprovechar «la oportunidad» de buscar un trabajo —así sea para que los exploten— están sufriendo la indiferencia de un gobierno que promovió estos fenómenos migratorios, que pregona la democracia y que promueve las libertades; pero que, contradictoriamente, apoya las ocupaciones de Israel en palestina, desalojando y asesinando a un pueblo indefenso. Los migrantes en general, en este caso, los venezolanos enfrentan una gran violencia como resultado de las políticas inhumanas y antimigratorias del capitalismo salvaje liderados por el imperio, cuando en realidad ellos son el subproducto de una estructura global que han destruido su patria bajo el grito de la «democracia», para imponer el sistema que ellos quieren. Si no visten de traje y corbata con chequera, los migrantes podrán traspasar fronteras, pero seguirán siendo delincuentes y extranjeros. La lucha por los derechos de los migrantes es una lucha contra un sistema parasitario construido para beneficiar a las grandes corporaciones, a Wall Street, al poder oscuro. Son un mal necesario, aunque no les guste; luego los explotan para finalmente aniquilarlos de cualquier manera. Ante esta situación el gobierno venezolano debe tomar medidas urgentes no solo para frenar este flagelo, sino para que inicie un plan de repatriación humanista de estos venezolanos. Hay que resaltar que muchos se fueron no por un acto de traición, sino por la intromisión de EE.UU. en el país, que fraccionó todas las estructuras del Estado y que hoy urgen sean reconstruidas. La migración es un derecho humano. Ningún ser humano es ilegal, es ciudadano del mundo.
Licenciada en Administración Articulista esmeraldagarcia2309@gmail.com