Los mineros de Chile: el turno de la frivolidad

Publicado el 15 octubre 2010 por Jesús_martínez
El rescate de los 33 mineros de Chile engrosará los resúmenes de las grandes noticias de esta década. Un rescate tan complejo, tras más de dos meses encerrados bajo casi 700 metros de tierra, debe serlo. Es, simplemente, de justicia. Sin duda, es  un ejemplo para todos que nos muestra cómo no perder la esperanza por sobrevivir tiene finalmente su recompensa.
Pero, a la vez, cuenta en su haber con todos los ingredientes para ser carne de espectáculo: héroes que se salvan de una situación límite, historias humanas con una intensísima carga emotiva, un final feliz y, por último, la pizca suficiente de patriotismo.
En una sociedad en la que este circo se vende muy caro, es un caramelo al que ninguna empresa, sea de comuniación o no, va a renunciar. El show no ha hecho más que comenzar: películas, documentales, exclusivas, videojuegos… Hay que rentabilizar esta historia mientras tenga tirón. Y no sólo lo harán esas firmas, sino que tratarán de exprimirlo al máximo los propios mineros. Y lo harán legítimamente, pues todos en su situación harían exactamente lo mismo.
Tras la información necesaria y obligada sobre un acontecimiento histórico (es muy discutible si el excesivo despliegue en el rescate era necesario), hay que darle paso a la frivolidad y el espectáculo. Entre medias no se afronta, con todas las consecuencias, un debate serio sobre las causas de este desastre, sobre las medidas de seguridad en la minería o sobre las condiciones económicas y sociales de los trabajadores de este sector en todo el mundo. Eso ya no interesa. No divierte, no genera dinero. Eso ya hace daño y es mejor dejarlo como está.

Y al margen de la llegada de la frivolidad, es digna de reseñar la actitud del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien ha utilizado de forma descarada este suceso para aprovechar horas y horas de televisión. Su índice de popularidad, a pesar de contar con un historial y una familia cuanto menos peculiar, ha subido como la espuma. Pero, no lo olvidemos, a costa de todo este circo.