Sin tener poderes especiales, el Explorador de Quine es un personaje con todos los atributos de un mortal. Según la leyenda, que nos llega referida por Quine, en uno de sus viajes arriba a territorios inexplorados en donde se encuentra a un nativo con el que no se puede entender. Ninguna de las lenguas que conoce el explorador le sirve para descifrar una sola de las palabras del nativo quien, a su vez, solo conoce su lengua. Tras fracasar varios intentos de comunicación, pasa cerca de ellos un conejo, ante lo cual el nativo grita ¡gavagai! al tiempo que apunta al conejo con el dedo.
Lejos de creer que ha aprendido una palabra de su lengua, el explorador se pierde en múltiples hipótesis que se bifurcan. En su atribulación piensa que gavagai puede significar cualquier cosa que corra por el campo, o bien que ese grito con el gesto del dedo es una manera de saludar y que solo por mera coincidencia el conejo pasó por ahí cuando el nativo se decidió a dar la bienvenida.
Según se cuenta en algunas elaboraciones posteriores del mito, el explorador consiguió aprender a pronunciar cada vez más palabras (si es que palabras eran) de la lengua del nativo e incluso llegar a combinarlas de manera que parecía hablar con él. Aún así siempre le quedaba la duda de saber si cuando creía que la conversación versaba sobre la posibilidad de que el ser, aunque solo fuera por un momento, pudiera no ser, el nativo en realidad estaba sosteniendo una charla sobre la escasez de rinocerontes.
Las tesis modernas no se llegan a poner de acuerdo sobre el significado de este mito. Según algunos es una alegoría de la incomunicación, mientras que para otros representaría un burla de la obcecación en dudas metafísicas impropias de los mortales.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------Hace tres años en el blog: La Filosofía avanza.
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