Aveiro es conocida como la “Venecia de Portugal”, aunque dista bastante de parecerse a la ciudad histórica que se ubica en las islas más famosas de Italia. Tiene una ría principal y algunos canales, por los que circulan embarcaciones con la proa levantada que podrían asemejarse a las famosas góndolas venecianas. Pero nada más. A veces pienso que el afán por promocionar los lugares hace que se inventen “venecias” en todas partes.
Sin embargo, hay algo que caracteriza a esta ciudad del centro de Portugal: sus moliceiros.
Estas embarcaciones se llaman así porque eran el medio con el cual los pescadores recogían el moliço un alga que se utiliza como fertilizante de los campos y alimento para el ganado. En sus orígenes tenían unas velas blancas y además de recoger las algas, transportaban sal y ganado. Los moliceiros ya no cumplen con su función original, pero fueron reciclados como atracción turística y es posible recorrer parte del barrio antiguo de la ciudad navegando en ellos. El recorrido dura aproximadamente una hora y se pasa por los antiguos almacenes de sal y por la antigua fábrica de cerámica de Aveiro.
La característica principal de los moliceiros son las imágenes que decoran sus proas y sus popas.
“Si miran bien, van a ver que de un lado suelen tener escenas eróticas o picantes, mientras que del otro son escenas más cotidianas, relacionadas con el trabajo en las salineras o en el río”, nos dijo nuestro amigo Filipe mientras estacionaba el auto frente a la ría principal de Aveiro y nos explicaba sobre los orígenes de la ciudad.
Apenas nos bajamos quisimos conocer de qué se trataban esas imágenes. Tahiel no nos dejó detenernos mucho tiempo en cada uno, pero nos alcanzó para fotografiarlos y poder observarlos con mayor atención en las fotos. (Ya saben que viajar con niños pequeños es muy diferente a viajar solos).
El mismo camino que realizan los moliceiros podemos hacerlo a pie. Será una manera interesante de poder apreciar más detenidamente los detalles de los edificios art nouveau. Una de las cosas que más me gustaron de esta ciudad. Las fachadas de algunos edificios se presentan como una obra de arte: hierros forjados, piedras talladas, arcadas y detalles pictóricos que recorren columnas, paredes y puertas. Para los fanáticos de esta corriente, pueden visitar el Museo de Arte Nuevo y realizar alguna de las visitas guiadas que se organizan por la ciudad.
Teníamos todo el día por delante hasta que Filipe pasara a buscarnos para llevarnos nuevamente a Ovar, donde estábamos parando en su casa. ¿Qué hicimos? Caminar. Dentro de las posibilidades que nos dieron Tahiel y el calor, caminamos. Recorrimos el barrio antiguo, pasamos por la plaza del pescado (que durante las mañanas se forma un mercado), paramos varios minutos en los juegos de la plaza, nos maravillamos con los azulejos azules de la estación de trenes de la ciudad, jugamos con el agua de una fuente y nos detuvimos en la cantidad de detalles relacionados con la producción de sal: desde murales y recuerdos hasta unas estatuas sobre los puentes.
A las 18.30 en punto Filipe volvía a estacionar el auto frente a la ría principal y nosotros nos subíamos agotados. El calor de ese día y las nuevas costumbres de Tahiel nos estaban enseñando que nada es tan fácil como parece en la nueva etapa de viajar con niños pequeños. Antes de regresar a su casa, paramos en una de las confiterías tradicionales de la ciudad para comprar una caja de ovos moles (huevos blandos), un dulce (muy dulce) tradicional de la zona, que si bien se pueden conseguir en otras ciudades portuguesas, los de Aveiro son los originales. En el post sobre los Sabores de Portugal les contamos más sobre su historia, forma y sabor.
¡Buen viaje por Aveiro!
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