Ya hemos visto cómo los pequeños molinos de esta comarca eran insuficientes para dar servicio de molienda a tan extensa región, pues funcionaban apenas unos meses al año y a veces solamente días como se nos cuenta de los molinos de Corralejo en el mencionado catastro. Pero el Tajo tenía en este tramo una inmejorables condiciones para la construcción de grandes aceñas y molinos de regolfo por lo berroqueño y encajonado de su cauce.
Comenzaremos por los molinos de Puente del Arzobispo que eran los más concurridos y probablemente los más potentes de la zona, incluso de la provincia, y así en el siglo XVIII se dice de ellos que “no hay en el Tajo otros mejores ni más resistentes”[1].
En los años inmediatos a su fundación se dice de ellos que son “cuatro aceñas con cinco piedras muy veloces”. Durante el siglo XVIII dos de las ruedas se consideraban muy antiguas y una tercera estaba fechada en 1612. Las piedras tienen nombres que han conservado hasta la actualidad como Espolique, Santa Catalina o Pasapanda.
En 1730 entre las cargas del Hospital está el pago de jornales al maestro molinero y al arriero-maquilador, es decir al hombre que transportaba el grano y ayudaba en la molienda. En el Catastro de Ensenada, entre los artesanos del pueblo se nombra a un molinero al que se le regula de beneficio seis reales, cantidad que podemos considerar cercana a la media de otros artesanos. El beneficio del molino es mucho mayor ya que aparecen estas piedras como las más rentables de la provincia junto a las de Santa Cruz de la Zarza con nada menos que 1000 fanegas de trigo anuales de utilidad.
Jiménez de Gregorio en su historia de Puente, nos facilita unos curiosos datos sobre la reparación de la presa de estos molinos. Se adjudica la dirección de la obra a fray Pedro de Santa María, también conocido como fray Pedro de los Molinos, maestro de “obras y riberas” de los jerónimos de Talavera que como veremos estuvieron muy vinculados a la molinería de la Ciudad de la Cerámica donde llegaron a poseer dos grandes paradas. La obra en cuestión se presupuesta en 40.000 reales y se hace mediante “un encadenado de vigas gruesas con los olambres convenientemente reforzados con cuarterones y rollos, levantando siete pies en cuadro, entablado de cajones interpolados y todo reforzado con viejas piedras”.
Estos molinos presentan en la actualidad un aspecto impresionante con su gran edificio de al menos siete cuerpos con cuatro tajamares y hasta once piedras cada una con su nombre propio ( Rayo, Espolique, Vapor, San Juan, Santa Catalina). Tres de ellas se encuentran en un edificio separado del núcleo principal que se sitúa en un nivel más elevado sobre el cauce. Se trata del “molino de invierno” que se utilizaba cuando las crecidas inundaban el resto de las piedras.
Otras dependencias se destinaban a cernedero, almacén para los costales e incluso a pecera para mantener fresco el pescado capturado en el cañal del molino. Por encima del edificio molinero propiamente dicho se puede todavía observar otra construcción donde se alojaban una herrería y carretería, las cuadras y los alojamientos. Tiene también estructura acabada en tajamar para soportar las crecidas que pudieran alcanzarla.
Río abajo, en las proximidades de la fortaleza y puente de Castros, se pueden todavía observar los restos de una aceña que posiblemente fue la que aparece en los textos históricos como molinos de Calatravilla. Solamente quedan las ruinas del azud, un tajamar macizo para el apoyo del eje de la rueda vertical y otro edificio abovedado para albergar la sala del molino donde se puede percibir el orificio de entrada del eje de la rueda y el suelo que presenta dos niveles para que el más bajo permitiera acoger el juego de engranajes de linterna que cambiaba el movimiento vertical de la rueda en el giro horizontal de las piedras. También se perciben en los muros los huecos donde se alojaban las vigas que sostenían el entarimado que igualaba el nivel de la sala y sobre el que se colocaban las piedras.Molinos de Calatravilla. Se observa el pontón de acceso en épocas de crecida.
El caso más significativo que podemos observar es el de los molinos de Daicán en Toledo capital con sus tres cuerpos de aceña varados en el río. En estas aceñas de Calatravilla el puente es de cal y canto pero en la mayoría de las aceñas que aparecen en los grabados y en los proyectos de navegación se trata, por su aspecto, de precarias pasaderas de madera.Un largo espigón canaliza el agua a la salida de la rueda para evitar remansos y turbulencias que disminuirían el rendimiento.
FEBRERO 4, 2017 MIGUELMENDEZ http://lamejortierradecastilla.com/los-molinos-de-puente-del-arzobispo-en-el-tajo/&version;
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