Pero Los motivos del fuego (RELEE Ediciones) es una instantánea anterior al desastre, cuando proliferaban las urbanizaciones alrededor de la ciudad y todo el mundo defendía la conveniencia de marcharse al campo a vivir alegando calidad de vida. Allí, una pareja con un niño y otro en camino huye del ruido y de la contaminación del barrio de Moratalaz para instalarse en los Altos del Manzanares, rodeados de campo y con una visión estratégica del las Cuatro Torres de Plaza de Castilla, culmen de lo que supone el ladrillo y la modernidad para una España de vanguardia. Él es productor de documentales y ella bibliotecaria. Pero la presencia del diablo, constante en todo el libro (¿quién sabe más sobre caídas en desgracia que él?) tentará a Arturo, el marido para aceptar dirigir un programa de telebasura, pero también para sucumbir a Lena, la vecina que sabe más que nadie sobre dinero y que representa la confianza infinita en forma de bonos basura y preferentes.
Juan Carlos Muñoz ha sabido representar con humor y una fina ironía esa época de bonanza económica en la que, según las propias palabras del libro, un tsunami de pasta recorría España. A nadie le parecía posible que aquello fuera a tener fin, pero lo tuvo. Tampoco que invertir en pisos fuera a ser contraproducente, porque el ladrillo nunca se iba a devaluar. Pero también lo hizo y parte de los problemas que tenemos ahora en nuestra sociedad derivan de aquella borrachera de hipotecas, préstamos concedidos alegremente y demás inversiones. Después llegaría una época en la que muchas familias se verían deshauciadas, en la que el paro marcaría récords históricos y en la que la destrucción de empleo nos ha llevado a una situación de la que tal vez nunca nos recuperaremos. El autor narra con gran maestría este ascenso y caída de la clase media española. De los sueños y ambiciones, de la alegría histérica y despreocupada. Y de una causa fantasmal o tal vez humana, demasiado humana.