Con tan solo 6 años de edad y recién caído del palo de mango, Fernando tenía las pecas más lindas del lugar.
Chollado y con el pantalón verde azul corrió donde mamá a su llamado por la sopa, la negra, su favorita. Si algo he de rescatar de Fernando era el ser un niño como ninguno, sus pecas tenían el poder de convencer hasta al cocodrilo más llorón y su ceño fruncido le decía al mundo lo preparado que estaba para enfrentarlo...Con tan solo 6 años de edad, y recién caído del palo de mango.
Eso de decidir que ponerse para la misa ya no era un problema, ni tampoco lo era el saltar de forma escabullida por los charcos para llegar a la pulpe; ese tipo de cosas eran para los adultos.
Se arremangó las faldas, se lustró los zapatos y como un lunes cualquiera emprendió viaje a la escuela; era su día favorito porque servían en la cafetería el helado que sabía como a limpiador para pisos y pues como a nadie se le apetecía, quedaba más para él. El niño nuevo, ruso, se presentó a todos en la clase; así como también cada uno por su nombre, Fernando introdujo el suyo y dijo: "y me gusta el fútbol"; horas después salieron al recreo, y sin haberlo esperado ni haber contado sus últimos minutos de tranquilidad, su mayor problema existencial tocó a las puertas de su camisa; porque el corazón estaba lo suficientemente agitado como para evitar el no toser.
Recuerda haber caminado sobre el trillo de piedras como un niño perdido, al llegar a casa mamá posó su mano sobre la frente para adivinar el calibre de la fiebre, aunque así no fuese. Tomo su sopa a sorbos aburridos e hizo a su madre la pregunta que había esperado durante sus 6 años de vida: "Ma, ¿porque Fernando?", sorprendida y sin mas que inventar: "Buena pregunta, pues porque según el horóscopo los hombres llamados Fernando son hombres sabios y fuertes. ¿No quieres ser sabio y fuerte?"- replicó su madre.
"Pues si, pero el ruso dice que yo tengo cara de Joshua."- contestó Fernando. Riendo por ultima vez como el niño de 6 años llamado Fernando pensó: "¿Y sí en realidad no soy tan Fernando, como todos los Fernandos?".
Así que como todo niño con pecas decisivas, mano a la cintura y ojo al Cristo; Fernando sabía exactamente lo que tenía que hacer ante esta situación. Bien su madre se lo había dicho, los Fernandos son hombres sabios; su búsqueda había comenzado.
Todas las semanas durante muchos años fue un Fernando distinto, paso a ser un Clarence a la semana siguiente, luego a José, luego a Jose (sin tilde), una vez fue Javier y en otras ocasiones creo que se sintió muy Francisco. Paso a ser el niño con mas pecas y mas nombres jamás antes visto, el Fernando menos Fernando del lugar; en algunas ocasiones se llamo Josué, luego Daniel, Juan, Juan Pablo, Pablo, algunos días se sentía muy Esteban y en algunos muy Mauricio.
El mayor de sus problemas ya no era el saltar sobre los charcos, era sentirse el Fernando mas Fernando, José, Pablo, Mauricio, Esteban... del lugar. Y a esto, Fernando lo verá como un juego; pero nosotros los humanos hemos de llamarle crecer.
La búsqueda de uno mismo, inicia saltando el charco. Al menos eso me enseño Fernando.