Bien, es un criterio: no gastar esfuerzos que creemos vanos, cuando las circunstancias se nos antojan poco favorables o incluso, objetivamente, lo son. Pero, por otra parte: ¿cuántas veces sucedió que cuando el rival descubrió al fin sus cartas, nos dimos cuenta de que nuestra jugada no sólo no era tan mala, sino que incluso era claramente superior?
La moraleja es clara: se debe pelear hasta el final con lo que tengamos en cada situación, ya que nunca podremos anticipar si en algún momento el viento cambiará su dirección y tras mil 'manos' perdedoras, encadenamos una racha de otras mil más ganadoras.
Las 'batallas', y perdonad la referencia bélica, dependen del número, preparación y calidad de las fuerzas con las que se cuenta. De la estrategia, de las condiciones del entorno en el que se desarrollan y de la fortaleza y categoría del rival, por supuesto, pero independientemente de todo ello, y aunque a priori parezca que nuestra situación es desfavorable, hay que llegar siempre hasta el límite de nuestra capacidad de lucha y no rendirse por anticipado nunca.
Ya llegará el momento, si es que llega, de analizar y digerir el fracaso y aprender de ello. Pero eso será exclusivamente al final, cuando el campo de batalla esté ya completamente en silencio. Será entonces, y no antes, cuando habrá que hacer el balance de pérdidas y de ganancias.
Reflexión final: "Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate." (Thomas Carlyle)
Mañana 1 de Septiembre comenzamos la nueva temporada del blog con la frase 324.