Para evitar una guerra civil que destruyera todo lo que habían conseguido, se formaron las ciudades-estado, y cada territorio le fue entregado a un miembro del consejo.
Así empezó la nueva sociedad de Riah-Nie.
La sociedadMucho tiempo ha pasado desde la división. Ahora, cada una de las diecisiete ciudad-estado está gobernada por una familia que le da nombre, descendientes y amigos de los miembros del consejo que se convirtieron en los nuevos reyes.
La sociedad está dividida en cuatro jerarquías muy claras. La casta del individuo viene dada por nacimiento, y es muy difícil cambiarla... salvo en excepciones muy particulares.
Los alquimistas son la cúspide social: son los líderes, los maestros, los poseedores del basto conocimiento que propulsó la civilización. Ellos controlan la tierra, proveen alimento, modifican los oasis si así les place... pueden hacer cualquier cosa, siempre que tengan el conocimiento adecuado. Y este conocimiento no pasa a cualquiera.
El segundo escalón en la jerarquía son los sirvientes, aquellos que ponen su tiempo, su vida y sus recursos al servicio de los alquimistas. Limpian sus casas, cosen sus ropas, mantienen ordenados sus laboratorios o cuidan de su ganado: no importa su función, su honor es servir a sus superiores... y son bien retribuidos por ello.
Los hombres libres son aquellos que renuncian a la retribución de un sirviente... los que prefieren vivir sin someterse a nadie. Ellos tienen negocios, viajan y comercian, si es que pueden. La mayoría se reúnen en las costas, la tierra llamada Nak-Rah, donde los alquimistas los dejan en paz, pero muchos viven en las ciudades, procurando sobrevivir haciendo los trabajos que ni siquiera los sirvientes quieren. Es el precio de la independencia.
Y por último, en el escalón más bajo de la sociedad, están los esclavos. Muchas de las dinastías de esclavos vienen del principio de la conquista, aquellos que lucharon con más ahínco contra la civilización y fueron aplastados por ello. Hoy, los esclavos aran los campos, trabajan en minas, pero sobre todo son sujetos de experimentos: viven y mueren por el avance de la alquimia... y a menudo, no son más que ingredientes para esta.
Las relaciones entre alquimistasEl recelo es una parte inherente de la sociedad de Riah-Nie, debido a que el conocimiento es poder: la que posea más información sobre alquimia, más secretos celosamente guardados, será también la más poderosa.
Un ejemplo es la familia Kabhk-Thi, la más poderosa del momento; su larga y extensa investigación sobre golems ha hecho que sus ejércitos sean los más sofisticados, los más grandes, complejos y versátiles, y no hay ninguna otra familia capaz de hacerle frente.
Otro ejemplo serían los Tuk-Sah, que dedican sus esfuerzos a la investigación de algo más pequeño... más discreto. Los Tuk-Sah estudian los venenos, y son los asesinos por excelencia. Nadie se atreve a contrariarlos.
La sed de conocimiento provoca escaramuzas a menudo, tanto como espionaje, complots dentro y fuera de las familias, y a veces incluso guerras que duran décadas. Todo el mundo quiere poseer cuanto más conocimiento, mejor. Así se crean alianzas y enemistades, pactos y vasallaje, y las relaciones entre las distintas ciudades van cambiando con el tiempo.
ReligiónLa religión es un tema variado en Riah-Nie, y nadie se ha molestado nunca en unificar el credo y la fe del pueblo. En ese sentido, los alquimistas dejan libertad a todo individuo para creer en lo que quiera, mientras no vaya contra la ley.
Los propios alquimistas carecen de dios, pero podría decirte que su arte, la alquimia, es su propia religión: contactan con una entidad superior a través del lenguaje alquímico dibujado en el suelo, entregan algo y piden otra cosa a cambio. Esta relación con lo divino llega a ser más estrecha que la de cualquier credo.
Los sirvientes siguen la estela de los alquimistas, pero sin su conocimiento, que los acerca a este ente superior, lo divinizan con cierto temor. La llaman Nerëyn y creen que es una especie de diosa, y que solo sus elegidos, los alquimistas, pueden comunicarse con ella.
Los hombres libres son más mundanos, se diría. Nerëyn y la alquimia les resulta ajena, extraña y complicada, y en cambio los elementos de la tierra son mucho más asequibles, y al mismo tiempo, más peligrosos.
Ellos creen en los Djinns, espíritus elementales que a menudo provocan tormentas de arena, secan las charcas, provocan enfermedades o engañan a los viajeros. Por tanto, los creyentes ponen tributos de comida y regalos artesanales para que los Djinns estén complacidos, y así evitar sus travesuras... o su ira.
NovelasLa Devoradora de Almas se ambienta en este mundo, en este momento de su sociedad: Arjeryth, la protagonista, es la única heredera del líder de los Kabhk-Thi... y la persona a la que ama no es más que un sirviente al que no debería ni mirar dos veces. Y esto les da muchos, muchos problemas...