A Carl le encantaban los cómics, en particular las ilustraciones de Frank Frazetta. También le gustaba dibujar, así que decidió estudiar arte y contó con un profesor bastante especial: Bryan Talbot (1952). Aún no era un dibujante de cómics famoso, pero a los efectos del blog debemos recordar que colaboró en la serie del dinosaurio inteligente Henry Phage de Neil Gaiman con Shadow Death (1996) y es el creador del thriller steampunk con terópodos matones Grandville (2009). Según las propias palabras de Critchlow: “me presentó muchas más cosas, desde dibujantes de cómics europeos como Moebius y Philippe Druillet hasta leyendas estadounidenses como Will Eisner y Alex Toth”.
Pero vamos a dar un pequeño salto hasta 1983, cuando los Beatles ya hacía tiempo que se habían separado y un loco había hecho imposible la reunificación frente al edificio Dakota, en la esquina de la calle 72 de Nueva York. Ese año, Carl debuta en el número #45 de la revista de la casa de juegos de mesa Games Workshop White Dwarf, con su parodia de Conan, Thrud the Barbarian. La serie (una página por número) fue votada durante tres años como la más popular por los lectores. Lógicamente, el autor le cogió cariño y, años más tarde, cuando ya era un dibujante consagrado, autoeditó una cabecera dedicada al personaje, de la que vieron la luz cinco números entre 2002 y 2007.
En el primer cuadernillo, Thrud se detiene a echar una siestecita a la sombra de un árbol. Sir Percival Pursuivant y sus siete magníficos, un grupo de caballeros que montan a lomos de dinosaurios, le ven allí tirado y, pensando que le sucede algo, se acercan con el fin de auxiliarle. Al despertarse, el bárbaro cree que se trata de bandidos y decapita al que tiene más cerca con su hacha, provocando la estampida del resto del grupo.
Thrud comparte su última revista con unos dinosauroides antropomorfos tocados con penachos de plumas como los de los indios americanos que adoran a un oscuro dios en una pirámide de estilo azteca (al parecer, no nos habían contado bien la historia de la conquista). Alrededor de este luctuoso templo que vemos sobrevolar pterosaurios como si de buitres al acecho de carroña se tratara. El bárbaro utilizará a uno de ellos para escapar del lugar, saltando entre sus alas.
Las leyendas de humanos criados por animales son una tradición desde la más remota antigüedad, cuando servían para justificar cosmogonías y enraizar en el mito a pueblos como los tartessos, cuyo rey Habidis, fruto del estupro, fue abandonado y amamantado por perras, o los romanos Rómulo y Remo, adoptados por una loba. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, volvió a retomarse por algunos novelistas que estaban revisando el mito buen salvaje de Rousseau, y en la mente de todos están personajes como Mowgli o Tarzán. Shamana enlaza en esta tradición, pero ella es una humana criada por dinosaurios, seres supuestamente extintos y poderosos como no ha habido otros jamás. La capacidad de raciocinio de Shamana le permite comprender que la única manera de vencer a las corporaciones que están explotando a los dinosaurios, masacrándolos cruelmente para medrar en el mercado alimenticio es unir en una alianza consistente a herbívoros y carnívoros.
El espectacular dibujo y color de Critchlow habla por sí solo, pero tal vez no esté de más recordar al ver a esos raptores emplumados en 1992, que la primera evidencia de plumas en dinosaurios no avianos no apareció hasta cuatro años más tarde. Incluso se atreve a dar el mismo tratamiento a un gran terópodo con un cuerno en la nariz (¿Ceratosaurus?).
De nuevo en 2000 AD, Critchlow ideó junto a Simon Spurrier al curioso personaje Lobster Random (2000 AD #1342, 2003), un soldado genéticamente modificado para no sentir cansancio ni dolor y que tiene unas enormes pinzas de langosta a modo de segundo par de brazos. En la novena parte del episodio “The Agony and the Ectasy” (2000 AD #1490, 2006), Lobster comparte viñetas con dinosaurios.
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[1] The Lost World se estrenó en USA en mayo de 1997 y en la portada del tebeo leemos que la edición es de abril.