Los mundos sutiles, los ingrávidos y los gentiles

Por Calvodemora


En el oficio de escribir, en esto a lo que uno se encomienda para entender el mundo, hay peajes inevitables. A veces pienso que no me habría inclinado a escribir poesía si no hubiese leído a Machado. Es a Borges a quien siempre acudo para contar cómo empecé a sentirme escritor, pero no he encontrado en nadie el refugio que me ha proporcionado Don Antonio. Lo que lamento hoy es que no esté de moda al modo en que lo está la autora de Cincuenta Sombras de su Caliente Madre. Se me podrá interponer el argumento del negocio de la literatura. De cómo el mercado editorial subsiste (penosamente incluso) por estas acometidas bastardas. De cómo son esos los libros que se colocan en los grandes almacenes, en la línea de cajas, junto al stand de las pilas o del chocolate en tabletas. Ya saben, todo lo que se va dejando y no se echa en el carro de la compra. La alta literatura (Machado, Borges, Auster, Stendhal, Lovecraft, Chesterton, Dickens, Poe) no vende casi nunca. Es la que, en el fondo, se aprovecha de la atracción que ejerce la hermana frívola, la que se contonea en las estanterías del Carrefour. Tranquiliza que existan estos conminativos comerciales. Hacen que algunas buenas editoriales de ahora (Impedimenta, Asteroide, Nórdica, Belvedere,  Libros del Acantilado Alpha Decay) ofrezcan en su catálogo obras de Jane Austen, de Henry James o de Luis Cernuda, que no venden lo que venden Las sombras, pero se mantienen en las baldas de las librerías más tiempo, dándoles un apresto de hondura, de inteligencia y también de belleza. Libros que irradian cultura en sí mismos. No estamos contando nada nuevo. Se puede extrapolar esta reflexión libresca al papel de las películas de serie B o las más abiertamente comerciales en la supervivencia de las que recaudan menos o álbumes superventas que salvan el mercado discográfico y permiten que todavía haya músicas minoritarias, impecablemente editadas, destinadas a alimentar espíritus muy sensibles. El mundo verdadero es sutil, ingrávido y gentil. Los otros mundos, los hostiles, los bárbaros, solo hacen que gire. No basta conque el mundo gire. Lo dijo Machado. Se tiró toda la vida explorando las partes frágiles. Las que importan.
addenda: debo este post machadiano a mis amigos Rigoletto y Cobo. Ellos han estado hoy en los mundos sutiles, en los ingrávidos y en los gentiles, y me han obligado a releer Campos de Castilla (qué buena tarde he pasado) y a traer a este casa mía a Don Antonio, tan severo en esta fotografía, tan formal y adusto)