Los saduceos, a diferencia de los fariseos, no eran ortodoxos. Creían en la existencia de Dios pero no aceptaban la existencia de los ángeles ni la de otros seres espirituales y además negaban la resurrección. El rechazo de las tradiciones orales era el motivo de frecuentes discusiones con los fariseos.
Es una de las principales sectas o "grupos" en que aparece dividido el judaísmo al principio de nuestra era. Eran enemigos natos de los fariseos. A veces se les llama Boetusei en los escritos rabínicos, por razón del cabeza de familia de la principal casa de los sumos sacerdotes.En la actualidad podemos encontrar teólogos que bien se les podría llamar neo-saduceos.
En la historia se habla por primera vez de los saduceos en el tiempo de Juan Hircano (cf. Fl. Josefo Ant. XIII, 296 ss.), de quien se dice que pasó a su partido abandonando el fariseísmo. Su posición ejerció mucha influencia en el tiempo de Alejandro Hircano, acérrimo enemigo de los fariseos, pero su autoridad, en cuanto poseedores del sumo sacerdocio, floreció de un modo particular durante la ocupación romana. Herodes el Grande los persiguió por el apoyo que prestaban a Aristóbulo II.
Los saduceos, que tenían sus principales partidarios entre la aristocracia y en el alto clero, desaparecieron con la catástrofe del 70, mientras que los fariseos, que eran bien vistos del pueblo, se aseguraron el monopolio en la dirección espiritual del judaísmo posterior.
Los saduceos se distinguían por ser más tolerantes respecto del helenismo y de la cultura extranjera en general, en incluso en que mostraban menos aversión a la dominación romana.
De los textos de Flavio Josefo, que gusta de relacionar las diferentes corrientes judías con las filosóficas griegas, puede deducirse que los saduceos eran equiparados a los epicúreos. En nuestro lenguaje moderno podrían llamarse con cierta elasticidad "modernistas".
Creían, sin duda, en la existencia de Dios, pero no admitían la de los ángeles ni la de otros seres espirituales (Hechos 23, 8), y, además, negaban la resurrección (cf. Mt. 22, 23; Mc. 12, 18; Lc. 20, 27) y la inmortalidad del alma. La negación de esta última verdad no está tan abiertamente documentada en las fuentes, pero se deduce con seguridad de varias afirmaciones de Flavio Josefo (Bell. II, 165; Ant. XVIII, 16), de los Padres (Hegesipo, Tertuliano, Filastrio, Jerónimo) y de algunos textos rabínicos. Por lo demás, semejante postura doctrinal parece que debe suponerse ante el razonamiento de Jesucristo contra los saduceos cuando prueba la resurrección (Mt. 22, 29-33).
Según Flavio Josefo (Bell. II, 164; Cf. Ant. XIII, 173), los saduceos tenían un concepto puramente materialista de la historia, de la que excluían la intervención divina: "Niegan rotundamente el destino y niegan que Dios envíe algún mal o proteja contra el mal", sosteniendo que todo depende de la voluntad humana.
El hecho de que rechazasen en bloque las tradiciones orales era fuente de frecuentes disensiones con los fariseos (Ant. XIII, 297). Pero no está demostrado que los saduceos no reconociesen más que el Pentateuco como libro inspirado, como se lee en algunos Padres (Hipólito Romano, Philisophumena IX, 29; Orígenes, Contra Celsum I, 49; Jerónimo, In Matthaeum 22, 31).
En la interpretación y en la aplicación de las leyes, los saduceos tenían fama de ser más severos que los fariseos. Incluso por eso eran impopulares. Entre las divergencias litúrgicas es digna de notarse la que se refiere a la ofrenda de la primera gavilla de las primicias, que no pocos exegetas invocan para resolver las dificultades que sobre la fecha de la Pascua provienen de los textos de los Evangelios sinópticos y de los de S. Juan. Los saduceos afirmaban que la ofrenda había de hacerse el día siguiente al "sábado" (cf. Lev. 23, 11) y no necesariamente el 16 de Nisán, como querían los fariseos que identificaban el sábado con el día de Pascua (15 Nisán). La divergencia recaía, naturalmente, sobre la fecha de Pentecostés que tenía que ser el quincuagésimo día después de la ofrenda de la primera gavilla (Ibid. 23, 15, s.). Se sabe, no obstante, que para evitar inconvenientes prácticos los saduceos procuraban fraudulentamente que el 16 de Nisán, diera comienzo a la semana, especialmente cuando la podían conseguir con el desplazamiento de un solo día del calendario. Otras pequeñas divergencias se señalan respecto del ritual de la fiesta de los Tabernáculo y del día de la Expiación (Kippur). En caso de coincidencia de la Pascua con el sábado, los saduceos sostenían este principio: "La Pascua no anula el sábado" y prohibían la ejecución de los ritos preparatorios desde el momento en que comenzaba el descanso sabático a la puesta del sol del viernes. (p. Angelo Penna, Doctor en Ciencias Bíblicas, Roma)