Los niños del paraíso (Los niños de la colmena). Para un niño de la guerra el reformatorio es el paraíso.

Publicado el 03 octubre 2017 por Criticasen8mm @Criticasen8mm


Título original:
Hachi no su no kodomotachi (Children of the Beehive)
Año:
1948
Fecha de estreno:
Sin estreno en España
Duración:
84 min
País:
Japón
Director:
Hiroshi Shimizu
Reparto:
Daisuke Iwanami, Gosho Shoichi, Shinichiro Kubota, Natuski Masako, Yoshikatsu Chiba, Yotaka Iwamoto, Sadao Nakamura, Kiyoshi Taira, Hiroyuki Mihara, Kiyoshi Kawanishi
 
Japón perdió la truculenta 2ª Guerra Mundial, y desde ese momento decidieron no intervenir en otro conflicto bélico. El pueblo entero cayó en una intensa y duradera depresión de la que aún no han salido (todavía su ejército profesional no ha salido del Japón así que no han intervenido en conflictos bélicos), siguen necesitando tiempo para asimilar y aceptar la atroz alianza con el nazismo. Hiroshi Shimizu nos recrea con suficiencia el viaje iniciático de los niños de la postguerra, y lo hace tres años después de la finalización de la misma. Hiroshi Shimizu fue uno de los primeros directores —junto con Yasujiro Ozu, y en menor medida, Akira Kurosawa— que comprendieron las consecuencias fatales de la guerra en los niños.
En "Los niños del paraíso" el director nos retrata —en plena postguerra—, la pequeña odisea de unos niños japoneses que aprenderán distintas formas de supervivencia a la vez que son moldeados y reeducados por su entorno más próximo. Estos huérfanos niños se ganan la vida con el pillaje y la beneficiencia de los más solidarios, la desgracia es todavía mayor porque trabajan a las órdenes de un malnacido que vende la comida conseguida por aquellos para su  propio disfrute, esto niños sólo pueden disfrutar de las migajas. La suerte cambia cuando un soldado expatriado y también huérfano se apiada de ellos, es entonces cuando los niños se ven en la necesidad de elegir su propio camino. Por ello, esta aparente aventura evoca un continuo aprendizaje y adaptación a un nuevo entorno ajeno a ellos.

Para ello, Hiroshi Shimizu utiliza una narración sobria y efectiva a base de planos estáticos, y movimientos de cámara laterales algunos son panorámicos cuando decide mostrar el camino a seguir por parte de los protagonistas. Estos travellings son una seña de identidad hoy día, se convirtieron en marca de la casa. La banda sonora completa esta buena puesta en escena, utilizándola en algunas transiciones de escena, también en algunos momentos bastante emotivos. Aunque bien es cierto que la película basa su puntos fuertes en el carisma de los protagonistas así como en la triste historia. Todos estos elementos lo acercan claramente al movimiento neorrealista italiano de la postguerra, aunque nunca alcanza esa atmósfera tan opresiva de las películas de Roberto Rosellini.

La historia tiene como fin llegar a "La torre de la introspección", que no es otra cosa que un (idílico) reformatorio. Porque en la postguerra japonesa no hay mayor esperanza para un niño que llegar al país de los niños, ese es el fin último. Lo realmente llamativo es que esa misma torre es la que aparece en una anterior película (del mismo nombre) suya. Las referencias son continuas, y es el mesías-soldado el que debe llevar a los niños a ese lugar, como si fuera el Moisés de la Biblia conduciendo a los hebreos a la Tierra Prometida.

"Los niños del paraíso" es, sin duda, una de las grandes películas de la postguerra japonesa, pero bien pudiera parecerse a cualquier otro país, porque el mensaje que convella el filme es atemporal y universal. Hiroshi tenía esa mirada y sensibilidad cosmopolita capaz de reflejar fielmente la crudeza de cualquier guerra, y por ello, "Los niños del paraíso" se convirtió en una obra icónica universal.