Si ser refugiado ya es una fatalidad. Si el desarraigo es una de las desgracias más duras. Si el desplazamiento forzoso te hace dejar todo y a todos a la fuerza. Mucho más grave es, si además eres un niño.
Porque los gobiernos del mundo desarrollado sólo se miran en el espejo. No ven más allá de sus narices. No son capaces de mirar de frente a los países subdesarrollados, después de haberles esquilmado. Les importa un pito, si pasan sed, hambre, frío. Si la gente muere. Aunque sean niños.
Porque cuando hay una crisis, lo primero que cortan es la ayuda al Tercer Mundo, con desfachatez, con desvergüenza.
Por eso, ACNUR confía en la sociedad civil, y ha creado una caravana virtual para ayudar a más de un millón de niños subsaharianos que se encuentran en campos de refugiados, en situaciones límites de supervivencia.