[6/10] Ya sea por sus turbulencias o por las posibilidades que ofrece el paso hacia la madurez, lo cierto es que la adolescencia ha sido un terreno visitado con asiduidad por el cine. Para el director, es un reto atisbar la manera de ver el mundo desde su óptica con sus perplejidades, dudas e ilusiones… y también dotarles de la suficiente vitalidad para abrirse paso a una realidad que empiezan a juzgar como defectuosa y decepcionante, en lo que se convierte en un viaje al borde del precipicio… que puede terminar plácida o trágicamente. La directora Patricia Ferreira lo explora en “Los niños salvajes” mirando de refilón al cine francés, en un intento por recoger el difícil ambiente familiar que respirase Antoine Doinel en “Los cuatrocientos golpes”, o la espontaneidad y problemática del aula que Laurent Cantet capturase en “La clase”. En el festival de Málaga, “Los niños salvajes” fue la gran triunfadora con cuatro premios, incluidos el de mejor película y guión.
Álex, Gabi y Oki son tres adolescentes con los sueños e inquietudes de cualquier chaval de su edad y de su tiempo, que no se sienten escuchados ni comprendidos por sus padres o profesores. La soledad y la necesidad de desplegar toda su capacidad de querer fragua en un amistad y solidaridad entre ellos, mientras en casa o en clase salen a relucir todas las carencias de una educación que no se hace cargo de lo que realmente necesitan. Ferreira articula la historia de estos “niños salvajes” a partir de unas entrevistas que tratan de averiguar qué ocurrió aquella noche cuando fueron juntos a la playa. La cámara permanece mirando a los tres chicos y no desvela la identidad de quienes les interrogan, en lo que es un acierto para mantener el suspense de la trama… aunque la tragedia se masca. Con un brillante montaje, retrocedemos en el tiempo para saber cómo se conocieron los tres amigos, cuáles son sus aspiraciones y sus frustraciones… y terminar descubriendo, una vez más, que el problema no está en ellos sino en sus mayores.
Es doloroso el planteamiento de los padres que creen resolverlo todo a base de regalos (Oki), o del que traslada al hijo sus aspiraciones de triunfo sobre el ring (Gabi), o incluso de los que se matan a trabajar para sacar adelante al hijo pero sin prestarle mucho tiempo y atención (Álex). En las tres familias late un problema de comunicación, cuando no una falta de ejemplaridad o una incapacidad para penetrar en un mundo no real… pero que es el de sus hijos. No es más alentador el ambiente escolar, poblado por una galería de profesores estereotipados (el Bacterio es una caricatura, pero bien dibujada) que se defienden como pueden de la indisciplina o de la ausencia de estímulos de los alumnos… si no quieren caer deprimidos. Julia, la orientadora, es la única que mantiene una mirada comprensiva y constructiva… quizá por su proximidad de edad, en lo que es el alter ego de Patricia Ferreira.
Aunque la historia no es novedosa y algunas escenas se sostienen desde un dramatismo impostado, está bien reflejado el caos emocional y la desorientación de jóvenes y mayores. Además, la cámara en mano da dinamismo y frescura a la historia, mientras que los primeros planos tratan de sumergirse en el alma adolescente… aunque el doblaje les haga un flaco favor al quedar al descubierto la desincronización o la falta de fuerza auténtica de algunos diálogos. Los chavales cumplen en sus trabajos, mientras que Ana Fernández destaca con la interpretación más verdadera y sugestiva de todas. Si convincente es la subtrama escolar y otros momentos familiares, no lo es tanto el desenlace… en parte porque la chica no ha sido perfilada para ello, y nosotros tampoco preparados para el polvorín.
De esta manera, durante hora y media, habremos ido caminando al borde del precipicio acompañando a Álex, Gabi y Oki para tratar de entender algo del botellón, de la violencia juvenil o de los grafitis… porque en esta película no hay “malos a los que meter en una sala y abrir el gas” (expresión de la orientadora durante el claustro de profesores), y concluir que los problemas de la adolescencia son simplemente de falta de conexión entre dos mundos… y que los adultos son buena parte del problema y de la solución. En definitiva, una buena estructura narrativa y unas riendas excesivamente agarradas por la directora, que de esta manera traiciona el realismo e improvisación pretendidos.
Calificación: 6/10
&En las imágenes: Fotogramas de “Los niños salvajes”, película distribuida en España por Alta Classics © 2012 Distinto Films y Áralan Films. Todos los derechos reservados.
Publicado el 27 mayo, 2012 | Categoría: 6/10, Año 2012, Críticas, Drama, España, Francia
Etiquetas: adolescencia, Ana Fernández, atricia Ferreira, educación, La clase, Laurent Cantet, Los cuatrocientos golpes, Los niños salvajes, padres-hijos