En una visita a Francia me dijeron que era un pésimo cubano porque soy abstemio, no fumo, no bailo absolutamente nada, ni siquiera tomo café, solo como frutas; desde entonces he supuesto que me debe resultar más complicado entender a los demás.
Hace unos meses escribí un post donde podía entenderse que justificaba a los presos, porque contaba que, según ellos, la vida en libertad era sumamente difícil, pues en los pases, en sus casas, tenían que enfrentar la descarnada realidad, y en algunos comentarios, o quizá en uno solo, comentaba, con todo derecho, que el delito no tiene justificación, lo cual reafirmo, por supuesto. Eso conllevaría a sancionar a Robin Hood, pues cometía fechorías, robaba a los ricos para entregarlo a los pobres.
Casualmente, ninguno de los presos que me acompañan han robado en casas particulares, quizá por el bajo índice de posibilidades en la sociedad, porque la mayoría vive con el diario, y los nuevos ricos están en sectores protegidos. Tampoco han robado en negocios particulares, en Cuba no los hay, o las pocas cafeterías son de muy bajos ingresos, y aquellos prósperos negocios, también se localizan en zonas de mayor vigilancia. La mayoría de los reclusos que han robado, les gusta asegurar, no le roban nada al pueblo, sino al Estado, porque simplemente se sienten timados, pues les entregan sus inteligencias o fuerzas físicas para nada, los sueldos apenas les alcanzan para comer. Y no se engañen, aqui los hay de muy bajo nivel escolar, pero la gran parte son licenciados en Economía y hasta con doctorados. También hay ingenieros, médicos, y las más diversas profesiones, personas decentes, católicos y cristianos, que han cometido el delito. Cuando indagas por las razones, te dicen que estudiaron como mínimo cinco años en la universidad, para al final no poder costear ni los tenis de sus hijos para la escuela. -Es humillante –me dice uno– que haya que esperar a que el hermano de mi mujer se acuerde de sus sobrinos y mande alguna remesa. Abre los ojos en reconocimiento de la vergüenza personal. -Mi cuñado- prosigue- cuando estaba en Cuba se burlaba de que me mantuviera estudiando hasta altas horas de la madrugada, mientras él resolvía negocios ilícitos, asegurando que perdía mi tiempo… ¿Qué es lo peor? Que tenía razón.
Aquí cumplen severas sanciones por desviar y vender algún trompo de concreto para alguna construcción particular. O el economista que aceptó como aguinaldo de navidad doscientos dólares por su buen trabajo en el transcurso del año, o el otro comprador, que una vez en el extranjero, sin afectar la empresa en la que trabajaba, recibió una comisión fantasma que no reza en papeles, y en definitiva cumplió su cometido, quizá hasta comprando el producto en cuestión al mejor precio histórico. O los almaceneros de víveres, que sacaban los productos para la bolsa negra, y como ellos, todos los demás.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisiónn asentamiento de Lawton. Mayo de 2014
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