Revista Opinión

Los nuevos suicidas, antropofagia, Rajoy y la iniquidad, la Constitución, los canallescos tahures hacen trampas con la jodida baraja, los cipayos de un desconocido poder, Potemkin

Publicado el 30 abril 2012 por Romanas


Los nuevos suicidas, antropofagia, Rajoy y la iniquidad, la Constitución, los canallescos tahures hacen trampas con la jodida baraja, los cipayos de un desconocido poder, Potemkin. La vida es un fluido constituido por personas que discurre por los cauces de la familia, el municipio y la nación y así como cada individuo tiene su vida propia, sucede lo mismo con su familia, su ciudad y su país.
Me paso todo el tiempo que puedo leyendo la prensa. Sé que ésta miente esencialmente porque está escrita por los asalariados de las grandes fortunas, pero si lees atentamente  y tienes la paciencia para hacerlo entre líneas, puedes ir hasta el fondo de lo que está sucediendo no sólo en este desdichado país sino también en el no menos desdichado mundo.
 Y ayer leí 2 noticias sobrecogedoras: 1) ha aumentado en número de los suicidios descarados, quiero decir de aquellos que se matan y no sólo nos lo dicen sino que, a veces, nos dicen por qué, y 2) ha aumentado también el número de los suicidios vergonzantes, de aquellos que se quitan la vida y están tan acobardados por ella que ni siquiera se atreven a decirnos que se van de aquí voluntariamente, porque ya no soportan tanta iniquidad.
 Iniquidad, quizá sea ésta la palabra esencial en mi post de hoy. Como no lo sé ciertamente no tengo más remedio que recurrir al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, dra, que nos dice concisamente que iniquidad es: (Del lat. iniquitas -atis). 1. f. Maldad, injusticia grande.
 A mí, que por mi formación esencial y primaria como jurista, modestísimo jurista, pero es lo que soy, bebí intensamente el derecho romano, “iniquitas”, lo derivo del prefijo “in”, que significa no o sin, y de equitas, equitatis, que significa igualdad, equidad.  O sea que iniquidad es esencialmente la falta de igualdad.
 Igualdad, la palabra, el concepto que tanto disgusta a nuestro presidente de gobierno. Como signo es el rey de los signos matemáticos, el principio esencial de todo razonamiento.
 Como concepto es el esencial de todo el edificio que constituye el Derecho, tanto que todas las Constituciones políticas del mundo lo consagran muy específicamente, la nuestra dice, Artículo 14, que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social.
Oiga, por favor, no se rían ustedes, coño, que no podía, que no puede decir otra cosa.
He escrito ya algunas veces por aquí, que nuestra Constitución no es sino el trampantojo que una serie de fascistas integrales pergeñaron para cumplir con la canallesca fórmula de Lampedusa, es preciso que todo cambie para que todo siga igual, y aquí aparece, otra vez, la jodida palabra, “igual, igualdad”.
 La puñetera igualdad o no significa ni representa nada o quiere decir que esencialmente todo bicho humano viviente, por el mero hecho de haber nacido, por haber sido traído a aquí, a la fuerza, sin su permiso, se hace, se ha hecho acreedor a una serie de derechos así como se le somete ferozmente a una serie interminable de terribles obligaciones.
 Lo que no se puede hacer es trampas, toda clase de trampas con la jodida baraja, a mí no se me ha podido obligar, cuando ellos lo consideraban conveniente, a ir a la puñetera mili y perder dos de los mejores años de mi vida, sirviendo ¿a quién, a la patria, pero qué coño es esto de la patria?, la patria no son sino ellos, los jodidos tipos que se esconden detrás de todas esas instituciones que te obligan constantemente a hacer lo que no quieres, el alcalde de tu pueblo que te impone una serie de cargas económicas sólo para que él y su familia y amigos vivan mejor, y no te digo nada del jodido presidente de la comunidad, el tipo que nadie ha sabido explicar todavía qué es lo que realmente hace además de vivir en un palacio, viajar en los mejores coches y tener más de un millar de sirvientes oficiales, y para qué voy a perder uno de mis preciosos minutos hablando del inefable Rajoy, el tipo que se considera esencialmente diferente a mí porque es hijo de un juez y se aseguró un magnífico porvenir haciéndose registrador de la propiedad, ¿qué otra cosa mejor se podía hacer el tío?, que es un enchufe consistente en cobrar varios millones de pesetas mensuales por no hacer absolutamente nada.
Ésta es la mitad de la iniquidad, la otra mitad es ese despojo humano que ¿vive? en los suburbios de las grandes ciudades, muerto de frío o de calor y hambriento, irremediablemente hambriento, un pobre hombre que se muere varias veces al día, entre otras cosas de rabia y vergüenza, con las manos y los pies sucios porque no tiene dónde lavárselos ni la energía necesaria para hacerlo, con la cabeza hirsuta, con su pelo desarrapado y sucio, con su mirada de perro hambriento mucho más sucia aún.
 Y lo peor es que, por la desaforada explotación de los que lo tienen todo, el suburbio crece exponencialmente hacia el centro de todas las ciudades, y dicen los cínicos hipócritas que sólo hay 6 millones de parados, cuando yo en la pequeña esfera en que me muevo conozco a miles de ellos que ni siquiera se apuntan en sus canallescos registros, en los registros de la infamia.
 Y esto me recuerda al Potemkin, a aquellos desesperados subiendo las escaleras de la muerte frente a los fusiles y las bayonetas de los cipayos del poder, de ese poder del que sólo conocemos a sus malditos testaferros, porque el Rajoy no es más que otro cipayo, del cipayo del cipayo, un cipayo baboso y repugnante, en fin, porque el que manda realmente ni siquiera es el jodido Obama, ni mucho menos la asquerosa Merkel, que no saben realmente lo que tienen que hacer y que por eso andan por ahí, dando palos de ciego en nuestras doloridas espaldas, de modo que los espabilados han comenzado ya a estrellar sus coches en un suicidio productivo que llevará las sustanciosas indemnizaciones a su doloridas familias que experimentarán tristeza y asco al comprender que lo que hacen no es sino una especie d antropofagia ya que lo que devoran realmente no es sino su propio padre.


Volver a la Portada de Logo Paperblog