Con la llegada de las vacaciones nos planteamos propósitos para el resto del año. ¿Por qué no los cumplimos después?
- El día tiene 24 horas. Si vamos a tope, ¿de dónde sacaremos tiempo para nuevas metas?. Antes de anotar hay que vaciar la agenda.
- Cuando nuestras neuronas están tomando el sol tienen ideas excelentes. Pero de vuelta a la oficina olvidamos los objetivos marcados.
DOS PERSONAS EN UNAEncuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás. (Michel Eyquem de Montaigne)
DESTERRANDO LO IMPORTANTELo que es más importante está enterrado bajo capas de problemas apremiantes y preocupaciones inmediatas (Stephen Covey)Si analizamos el estado de nuestro organismo durante las vacaciones y durante el resto del año, encontraremos diferencias: nuestras rutinas, lo que comemos, el ejercicio que practicamos, nuestro estado de ánimo... Esto podría explicar que nuestros retos propuestos durante la calma veraniega, nuestro cuerpo de invierno ni los recuerda, o, si lo hace, le parecen una idea que proviene de lejos.Parece que tendríamos que ir tendiendo un puente entre nuestro yo vacacional planeador de objetivos y nuestro otro yo. Una vía de comunicación podría ser el lápiz y el papel. Cuando planeamos un proyecto de trabajo o la compra, normalmente lo anotamos todo. Sin embargo, nuestros objetivos vitales los dejamos en manos de nuestra memoria cambiante. El yo programador tendría que anotarlo todo para que el otro pudiera leerlo.El yo vacacional en algunos aspectos funciona de una manera óptima. Ve con más claridad lo esencial. Lo urgente, que suele ser lo que nos mantiene más ocupados durante el año, no le importa mucho y detecta con lucidez lo importante. Desde ese relax, donde lo apremiante de la vida diaria se ha vuelto inexistente, conectarse al corazón resulta más fácil.Sin embargo, ese mismo relax puede ser un inconveniente para planificar objetivos. Cuando tenemos hambre es un mal momento para ir a comprar comida porque adquirimos más de la cuenta. Cuando estamos descansados es un mal momento para establecer metas porque al estar cargados de energía sobrevaloramos nuestras capacidades y no somos realistas (pensamos en apuntarnos al curso de inglés, practicar más ejercicio, hacer régimen, salir más con los amigos...). Tenemos que ser conscientes de que las energías que nos cargan en verano no son las mismas durante la vida cotidiana. Que un objetivo sea realista suele depender sencillamente de los plazos.
MÁS ALLÁ DE LOS OBJETIVOSDesear cosas es bueno siempre y cuando no te enfades si no las consigues. (Celine en 'Antes del atardecer')Si suponemos que somos dos personas: una llena de energía y creativa, y la otra inmersa en la urgencia del día a día, está claro que si la primera planea una serie de objetivos, lo tiene que programar todo muy detalladito y fácil para que la otra pueda llevarlo a cabo. El objetivo tiene que estar formulado en términos específicos. Nuestro objetivo no debe ser "haré más ejercicio", sino "iré al gimnasio tres veces por semana". El yo vacacional debe pensar el cómo, el cuándo, el dónde, el con quién. Y lo más importante, visualizar al detalle el primer paso y anotarlo en la agenda.Meses atrás asistí a un curso de motivación y objetivos. El profesor nos pedía que anotáramos en un papel nuestros objetivos para el próximo año. También debíamos apuntar las barreras que dificultaban llegar a ellos y los beneficios que suponía conseguirlos. Los ejercicios que nos proponía realmente hacían reflexionar de una manera dirigida, pautada y, por tanto, más fructífera. Aprendí mucho y me encantó.Solo hubo un ejercicio que no me pareció apropiado. Nos pidió que nos visualizáramos a nosotros mismos sin conseguir el objetivo, que experimentáramos la tristeza y todo lo negativo que significaría. Argumentó que visualizar lo negativo también es un gran impulso porque actuamos para huir de ello. Quizá sí, pero es dañino. Porque vivir visualizando cosas negativas no es agradable. Una cosa es prepararnos por si las cosas no salen como queremos, pero la otra es recrearnos en sentimientos negativos para que nos den impulso.Lo más peligroso de esta estrategia es que nos programamos para pensar que solo seremos felices si conseguimos nuestro objetivo. Esto es, hacemos depender nuestra felicidad de unas metas concretas. Las palabras de Ramón Bayés en su libro Un psicólogo en busca de la serenidad no lo pueden expresar mejor: "Podemos tener ilusiones, hacer proyectos, tener expectativas, vivir a veces en el presente de las cosas futuras siempre que eliminemos de dicho futuro el condicional; por ejemplo, seré feliz solo si mis ilusiones se hacen realidad, si mis proyectos se cumplen, si mi enfermedad desaparece, si...".Las metas pueden alumbrarnos, señalarnos por dónde hemos de andar, pero también pueden descargar envolventes sombras sobre nuestro camino. Ocurre cuando solo nos fijamos en ellas y no apreciamos por dónde caminamos. Así que, objetivos aparte, no nos olvidemos de saborear las noches de verano y sus días.
CONSEGUIR LOS PROPÓSITOSPELÍCULAS'En busca de la felicidad', de Gabriele Muccino.'La leyenda de Bagger Vance', de R. Redford.'Rocky', de John G. Avildsen.LIBROS