El argumento gira en torno a una familia francesa, y más concretamente a nuestra pequeña, torpe y frágil protagonista. Josephine, madre de dos niñas y abandonada por su marido, tiene que empezar de nuevo y aprender a sobrevivir en un mundo que le viene grande mientras observa cómo todos los que le rodean no hacen más que poner obstáculos en su camino: su hija mayor, Hortense, no perdona su dejadez y su fragilidad, culpándola por ello de que su marido las abandonase para irse con otra mujer. Su hermana Iris, una mujer espectacular que encandila a todos los que la rodean, ha sido siempre la que recibía el cariño y elogios de su madre, una bruja egoísta que se empeña en demostrarle a Josephine día a día lo insignificante que es.
Y como ya adivinaréis, este libro nos habla de la superación personal, de perseguir nuestras metas. De cómo las mentiras y la frivolidad caen por su propio peso. De hombres, de mujeres, de gente que conocemos y de gente que nos gustaría conocer.
Personalmente debo reconocer que no me enganché a la historia hasta más o menos la mitad del libro. Y, creedme, tuve que hacer un gran esfuerzo para acabarlo... a pesar de escuchar a diario lo mucho que esta historia les ha gustado a mis amigos, a mi vecino, incluso a mi dentista. Que sí, que está bien, que está escrito de forma correcta y la autora ha sabido mezclar sabiamente ironía con sencillez, humor con drama.
Pero nos encontramos de nuevo con la manida moralina de siempre: hay que luchar por nuestras metas. Hay que aprender a ver nuestra fuerza interior, nuestra belleza, nuestro poder. Todos somos capaces de brillar, y tal. El final es previsible y además me resultó demasiado perfecto, supongo que me entendéis y me perdonaréis por el spoiler.
Hace un par de años seguramente habría terminado el libro llorando a moco tendido, emocionada. Lo habría puesto en la estantería de los honores de mi habitación como uno más de mi top-10, junto con la Historia Interminable o La Sombra del Viento.
Pero hoy estoy más que harta de esta historia de final feliz... porque ya no me la creo.
Eso sí, también tengo que reconocer que un poquito emocionada sí que me dejó... en fin, seré realista, pero sigo siendo una pava a fin de cuentas.
Ahora voy a empezar a leer La Mecánica del Corazón, (gracias de nuevo, Sil) que aunque sólo con leer el argumento ya huelas a final feliz, tiene mucha mejor pinta y al menos nos lo venden como lo que es: un bonito cuento de hadas.