El genocidio que tuvo lugar en Ruanda durante los años noventa del siglo XX se remonta a la difícil coexistencia entre las diferentes etnias que habitan ese país. La población ruandesa está compuesta por una mayoría hutu, que alcanzaba el 84% a mediados del siglo pasado, seguido por los tutsis, que suponían el 15%, y una población residual de etnia twa.
Originariamente el territorio que actualmente ocupa Ruanda estaba habitado por los hutus. Entre los siglos XII y XIII tuvo lugar una gran afluencia de población de etnia tutsi. En el siglo XVI tuvo lugar una revuelta violenta por la cual la minoría tutsi pasó a dominar a la mayoría hutu y formó una aristocracia ganadera, frente a la mayoría hutu que vivía de la agricultura. La organización social de Ruanda pasó a ser algo similar a la sociedad feudal europea durante la Edad Media.
Durante la primera mitad del siglo XX, a los problemas étnicos se unieron los problemas de reparto de tierras. El aumento del número de cabezas de ganado propiedad de la aristocracia tutsi necesitaba más superficies de terreno, que fueron arrebatados a los agricultores hutus. Estas tensiones sociales, se unió la lucha por la independencia. Ruanda había sido incluida entre las posesiones alemanas durante el último cuarto del siglo XIX, pero tras la I Guerra Mundial quedó en manos de Bélgica. En 1959 tuvo lugar la primera gran masacre de tutsis, que eran acusados por la mayoría hutu de colaborar con los colonizadores belgas. Gran parte de los miembros de la comunidad tutsi tuvieron que abandonar el país.
La independencia finalmente se consiguió en 1962, pero la obtención de la misma no logró acabar con las tensiones étnicas. Durante los años sesenta se produjeron incursiones de guerrilleros tutsis en territorio ruandés, que solían ser asaltos a aldeas, las cuales eran arrasadas y gran parte de la población asesinada. A estas incursiones las seguían grandes matanzas de tutsis. Durante la década de los sesenta fueron asesinadas varias decenas de miles de miembros de esta etnia.
El odio entre etnias siempre estuvo presente en Ruanda, pero se incrementaría en la primera mitad de la década de los noventa del pasado siglo. En 1990 un ejército rebelde tutsi llevó a cabo una incursión desde Uganda. El gobierno ruandés, ante el temor a ser derrotado pidió ayuda a Francia y Bélgica. La intervención europea evitó la victoria de los rebeldes, pero a partir de ese momento el odio contra la minoría tutsi se convertiría en una “ideología” impulsada por políticos e intelectuales. El gobierno impulsó la creación de grupos paramilitares denominados Interahawme (que significa algo así como “los que arrojan la lanza en la misma dirección”)que se harían tristemente famosos por su crueldad en la persecución de tutsis. El asesinato del presidente ruandés Habyarimana en abril de 1994, atribuido a los tutsis, supuso el inicio del genocidio tutsi, que duraría hasta el mes de julio, cuando el Frente Patriótico Ruandés -el ejército rebelde tutsi- toma la capital, Kigali. Se impondría entonces un gobierno de concentración nacional. Algunos cálculos cifran en 500000 los tutsis asesinados más de 3 millones de desplazados, entre los tutsis en un primer momento, y los hutus, tras el triunfo del ejército rebelde. El genocidio ruandés sería el último gran genocidio del siglo XX.