Tiene sentido la portada del próximo New Yorker, y no sólo pensando en los actores, sino en la misma industria que se promociona con los óscares y sus galas y rituales televisivos y periodísticos de cada año:
Y también el añorante y acusador primer párrafo del artículo de Anthony Lane que se hace eco de la portada:
The Academy of Motion Picture Arts and Sciences was formed, in 1927, with a brief “to raise the cultural, educational, and scientific standards” of film. That noble purpose was sustained until ...
No estoy muy seguro de que aquellos nobles propósitos de 1927 hayan elevado alguna décima de milímetro esos estándares. Y si el asunto está realmente así, dado que por el momento parece que no tiene trazas de enmendarse según aquellos propósitos, hay dos opciones: o hacer algo al respecto, o cambiar un poco la finalidad inicial de la AMPAS y sus óscares.
Porque la Academia (pomposa resonancia sapiencial para un negocio, si sólo fuera esto) parece que ha sido poco más que una asociación de sindicatos profesionales: desde los actores hasta los guionistas o los maquilladores. El resto es parte del mismo show que alimenta la industria del entretenimiento, o -como dicen algunos- el show business.
Por eso entiendo que es justa la portada del New Yorker: señala los óscares como los premios sindicales que siguen las modas y exigencias de promoción de un simple negocio.
Negocio muy alejado en el espíritu que hoy le anima de aquel ideal de su fundación en 1927: premiar a quienes elevaran los estándares culturales, educativos y científicos del cine...
Si alguien, cautivado por el glamour hollywoodiano del asunto, está pendiente del próximo evento, quizá podría recordar al mismo tiempo aquellas raices que, hasta el momento, no parecen haber producido muchos de los frutos prometidos.
El caso es que al menos algunos seguimos pensado que merece la pena recordarlos y también seguir trabajando para lograrlos. El entertainment a la altura de la dignidad de las personas seguro que es más entretenido que el que sólo llega a la altura de las carteras o los bolsillos.
De ese modo, la vieja estatuilla del tío Óscar bien podría quedarse como está.