El presente artículo fue publicado en el portál mexicano Desinformémonos el día 1 de septiembre de 2010.
El artículo fue escrito junto a la periodista brasileña Joana Moncau.
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Ciudad de México. “No podemos dejar que las salas cinematográficas, donde mejor se puede ver una película, se queden en manos de unos cuantos como sucede hoy”, afirma Alberto Cortés, director mexicano de la película Corazón del Tiempo (película de amor y resistencia filmada en comunidades zapatistas de Chiapas), estrenada en 2008 en México y que ya dio la vuelta al mundo. El realizador de la que fue la película mexicana más “taquillera” en 2009 en la Cinética Nacional, denuncia que actualmente las salas cinematográficas en México “están sustancialmente en manos de tres grandes cadenas: Cinemex, Cinemark y Cinépolis”.
Por su parte, Nicolás Defosse, autor francés del documental “¡Viva México!” que recientemente comenzó una gira en 16 ciudades de México como “otra forma de celebrar el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana”, señala que en el mundo de la producción alternativa de documentales y videos un problema apremiante es la distribución de los materiales. Desde abajo y caminando junto a las distribuidoras independientes, Nicolás Defosse intenta difundir su nuevo documental acerca del recorrido en 2006 de La Otra Campaña (iniciativa política convocada por el EZLN) y afirma que en los espacios alternativos, “todos se quejan que la distribución está mal, pero en lugar de quejarse, hay que movilizarse”.
Una lucha que hay que dar
Alberto Cortés defiende el derecho que tienen los cineastas de irrumpir en los espacios del cine comercial: “Llegar a una sala de cine, en este país, nos parece que es una lucha que hay que dar”. Y afirma: “Aunque nos parezca un lujo meternos a un lugar al que no correspondemos, la verdad es justo lo contrario, pues el cine es un espacio que era nuestro y hemos perdido”.
“Creo que por entrar a esos cines nuestra película (Corazón del Tiempo) no se descalifica en su discurso ni en lo que hicimos”. Cortés relata que había mucha gente que cuestionaba su decisión de buscar llegar a “la sala grande”. A quienes opinaban así, el director les respond[ia: “Para mi, como cineasta, el reto era precisamente llegar a las grandes salas de cine con un largometraje realizado con actores campesinos, indígenas”.
El director mexicano ganador de diversos premios en festivales de cine, explica que el reto inicial en la producción de Corazón del Tiempo era realizar una película de 35 mm de calidad para que pudiera acceder al público. Escoger este formato fue una decisión estratégica que respondió al deseo de alcanzar las grandes salas de cine en México y en el mundo. Además, con ese formato, “luego es más fácil bajarlo a cualquier otro formato sin perder calidad”.
En México la Ley Federal de Cinematografía, modificada por última vez el 15 de diciembre de 1998, contempla algunos aspectos que no corresponden a la realidad. Alberto Cortés señala, por ejemplo que “las grandes cadenas están pensadas para que exhibir exclusivamente cine estadounidense”. O, mejor dicho, “puro cine de Hollywood”.
La contradicción es que la actual legislación no sólo prohíbe que la distribución de cualquier material fílmico sea obstaculizada, sino que determina que un diez por ciento del total del tiempo de exhibición en los cines debe otorgarse a las películas mexicanas. Lo anterior, por un período mínimo de una semana. En este contexto, Cortés afirma que “nosotros los cineastas tenemos que luchar para no permitir que esas salas se queden exclusivamente para el mercado extranjero. Hay que ocuparlas”.
A la dificultad para ocupar las salas de cine en México, el realizador añade el maltrato que las tres grandes cadenas de exhibición de películas reservan a los cineastas independientes. “Cuando entras a un cine para exhibir tu película, obviamente no te tratan bien”, afirma. Por un lado, cuenta, se trata de resistir las negociaciones que algunos ofrecen: “Por ejemplo, en el Instituto Mexicano del Cine, los carteles de difusión iban a tener el sello del gobierno federal”. Eso, explica, contradecía el sentido de la película protagonizada por artistas de las comunidades autónomas zapatistas, razón por la cual no se aceptaron.
Por otro lado, las grandes cadenas, “que son las que menos arriesgan”, terminan siendo las que más ganan. De la llamada “distribución del peso en taquilla”, al productor sólo le correponde un 20 por ciento. De cada peso, ilustra el también director de Ciudad de Ciegos, 60 centavos son para la sala de cine, el restante se reparte entre el distribuidor y el productor. Otro aspecto de esta situación es el número de espectadores que logra reunir la película. “Si la película no logra un número mínimo de espectadores, te quitan funciones y te meten en unos horarios muy malos, las diez de la noche o a las diez de la mañana”.
Corazón del Tiempo salió con 15 copias en México. El relativamente bajo número de copias hizo que las salas de cine “nos trataran mal. Como no estás saliendo con mil copias, ni estás anunciando en el periódico, pues para ellos no existes”.
Alberto Cortés comenta que aunque “el cine mexicano pasa por una muy buena etapa a nivel mundial, cada cineasta mexicano pelea por esas salas de cine en el país. Corazón del Tiempo ganó esa lucha. Estuvimos en la Ciudad de México 11 semanas consecutivas en cartelera, lo que no es nada fácil para una película nacional”.
Distribución alternativa
Nicolás Defosse, quien justo en este mes de septiembre presenta el documental ¡Viva México!, señala que “desde nuestra trinchera de artesanos del documental, de la fotografía, de las artes visuales, también soñamos con otro país, un país liberado donde sea posible que la producción nacional tenga espacios dignos de difusión”.
La gira que organizó el autor del documental sobre La Otra Campaña en 2006 (que será acompañada por la Expo Foto La Otra Mirada) y que tocará 16 ciudades de México hasta el próximo 30 de septiembre, se trata precisamente de conquistar esos espacios de difusión.
“Esta gira es un intento de romper el cerco de los límites que se presentan a menudo para la difusión del cine y fotografía documental en el país”. Dice el documentalista de origen francés que en México son muchos y muchas los que realizan producciones de cine y fotografía independientes con “exigencia y compromiso, sin embargo nuestro trabajo se muestra poco o para pocos”.
Romper el cerco de la difusión es tarea de los propios autores, sostiene Defosse. “Demasiadas veces el acceso a las pantallas de cine y a las galerías de arte es negado a materiales de este tipo, por intereses comerciales cuando no ideológicos”. Por eso, afirma, “si hemos trabajado más de cuatro años para devolverle al pueblo un pedazo de su historia reciente, no es posible seguir esperando a que un distribuidor se nos acerque”. Es necesario, al contrario, llevar la historia y “el retrato de nosotros mismos a la gente, de ciudad en ciudad, esperando que otros y otras lo lleven a sus pueblos, a sus colonias, a sus escuelas, a sus casas, a sus espacios de vida y de trabajo”. Para el documentalista independiente “la esperanza es que la gente se apropie del trabajo y lo haga suyo”.
La gira de ¡Viva México! tiene entrada libre con el fin de enviar dos mensajes claros: por un lado, dejar claro que si no llega un distribuidor, hay otras opciones. Por el otro, advertir sobre un serio vacío en la difusión en México.
Los otros caminos del cine
Alberto Cortés cuenta que Corazón del Tiempo complementó su difusión “más institucional” con una distribución alternativa “a nivel de calle, a nivel de la gente”. Reivindica que no se utilizó ninguna publicidad pagada y, por el contrario, se logró “construir un mensaje urbano a través del graffiti, el estencil, los murales, los carteles que nosotros pegábamos”. Cortés está consciente de que posiblemente la gente que iba a elegir su película no tendría la posibilidad económica de acceder al cine. Sin embargo, “esa era una pelea que había que dar”, con la claridad de que “no estamos vendiendo para la gran producción sino que queremos un manejo honesto de la película”.
La película estrenó en Chiapas con una gira por los Caracoles zapatistas, gracias también a la producción de un DVD de alta calidad para su difusión y copiado. Al mismo tiempo, explica Cortés, “estábamos construyendo la campaña para el estreno en los grandes cines. Teníamos así dos vías que caminamos al mismo tiempo”.
Por su lado, en un claro e inédito ejercicio de distribución autónoma, las redes alternativas fueron alimentadas llevando copias de la película en formato DVD a los barrios, a los sindicatos, a grupos de indígenas. Tras este esfuerzo, cuenta Alberto, “afortunadamente comenzó a llegar gente a querer difundir la película más allá de nuestras iniciativas”. Así las cosas, Corazón del Tiempo llegó a festivales internacionales, a algunos países de América Latina y a Europa.
Cine popular vs. cine de Hollywood
El director y coguionista de Corazón del Tiempo identifica como otro problema el acceso que se tiene a las salas de cine. “No es sólo un problema de México, pero por la diferencia sociales que existen en el país entre el 85 y el 90 por ciento de la gente en general no asiste al cine, lo que no quiere decir que no vean películas, sino que no van al cine porque éste es demasiado caro”. Una situación que Cortés tacha de “sumamente injusta”.
Al precio del cine - hoy en México alrededor de los 50 pesos (poco menos de cinco dólares estadounidenses) -, dice, “hay que añadir los costos para llegar a la sala... debes tener un auto, pues hay cines que siquiera tienen una entrada peatonal”. Incluso arquitectónicamente ahora ya se puede diseñar para el tipo de persona que se quiere que llegue al cine.
Afirma Cortés que actualmente la tecnología permite, con muy poco dinero, crear una sala de cine. Su consideración va de la reflexión al recuerdo: “Hubo una época del cine en México en la que era un espectáculo popular. El cine era un lugar al que iba todo mundo, era parte de la canasta básica, era contemplado como un bien popular dentro de la economía familiar. Hoy, con lo que se paga por una entrada antes podía entrar una familia entera”.
Con el triunfo del neoliberalismo en México y la llegada de las grandes cadenas durante los años 90s, el cine dejó de ser de acceso popular, es decir, se expulsó a las clases populares de las salas. Hoy, en 2010, “los grandes públicos están atomizados”. Los cines tienen un público acostumbrado al cine de Hollywood: “Van a comer palomitas, a comer dulces”, lamenta el realizador, y aclara que su producción cinematográfica no está dirigida a ese tipo de público. Al contrario, dice, “el auditorio al que apunta Corazón del Tiempo es el de las zonas urbanas, los jóvenes, la gente interesada en lo que sucede en su entorno”.
Quizás Alberto Cortés en el único realizador de cine que abiertamente declara que la llamada “piratería” es una alternativa válida para la distribución. Explica que con Corazón del Tiempo “tratamos de utilizar la piratería en nuestro favor, llevando copias de buena calidad directamente a ese mercado subterráneo, pues lo que más nos importa es que la película se vea bien”.
Pondera: “La piratería está jodida porque no te paga derechos como autor, sin embargo cumple un papel de distribución en México”. Una opción que es necesaria, añade, pues si no existiera cierto material no se vería por ningún lado. Piratería, entonces, pero de buena calidad porque “no es que a la gente le guste ver una película de mala calidad, lo que pasa es que a veces es la única opción y sino la tuviéramos, estaría peor”.