Podría encuadrarme en estos últimos, aunque más que la gala en sí (y el cine en general) prefiero 'el día después'. En todos los medios online podemos ver el palmarés y las demás noticias que la gala ofreció, así como el análisis sobre los justos vencedores y los honestos vencidos. Es lógico, en Internet no tenemos límite espacio-temporal y podemos informarnos del más mínimo detalle del acontecimiento. No sucede lo mismo con la prensa o la televisión, donde sin duda, la noticia más destacada ha sido el desfile por la alfombra roja que, afortunadamente tiene su hueco en todos los informativos, cumpliendo así con los valores-noticia y mostrando una realidad que interesa y preocupa a todos los españoles. Menos mal. Notan la ironía ¿verdad?
¿A dónde quiero llegar? La realización de un programa en directo viene condicionada por el entorno del momento: se pronuncia actor y de repente aparece uno, se pronuncia crisis y ahí está la posible sucesora tras el lío, palabras clave como 'juntos', 'Internet' hacen que aparezca por arte de magia la ministra González-Sinde... Se trata de un trabajo de conexión entre palabra e imagen, lo que Barthes denominó la función anclaje.
Casi sin apreciarlo, nos estamos dejando llevar por las imágenes que elige un realizador y sus ayudantes. Sentimos odio hacia Sinde por la frialdad y la sonrisa irónica con que escucha el discurso, miramos con desdén a Bollaín por su rifirafe con De la Iglesia, nos emocionamos cuando el galardonado recoje su premio y lo dedica a su pareja que, en esos momentos, sale en pantalla cámara en mano, para inmortalizar el momento... Ojo con lo que vemos, porque si el cine es una fábrica de sueños, tal como recordó Álex de la Iglesia en su discurso, la televisión puede ser una fábrica de opinión sumergida e inapreciable a primera vista.
*Fotografías: RTVE.es