Un tipo de ave ayuda a los humanos a localizar panales; los primeros consiguen miel y ellos, abejas.
La civilización occidental olvidó hace tiempo qué significa vivir en medio de la naturaleza, qué supone necesitar a otras especies animales para comer dulce. Muchos no sabríamos ni encender un fuego con dos piedras.Pero al norte de Mozambique, como en otras zonas de África, la cooperación entre seres humanos y aves parece no haber cambiado desde hace siglos. Es más, parece haber mejorado.
Dos hombres del pueblo Mbamba junto a uno de los pájaros-guía. Claire SpottiswoodeCuando consiguen entenderse a partir de los sonidos, el ave conduce a los hombres árbol tras árbol en travesías de hasta un kilómetro hasta encontrar un panal,que suele estar escondido en lo alto de las ramas. Una vez encontrado, los hombres se encargan de encender fuego.El humo generado espanta a gran cantidad de abejas, lo que facilita hacerse con la colmena, aunque algunas aprovechan para clavar su aguijones en la piel humana. Cuando el hombre consigue bajar el panal y lo abre, el nido de abejas se convierte en dos fuentes de energía: los seres humanos disfrutan de la miel y los pájaros ingieren la cera.UN CASO ÚNICO EN EL MUNDOA nivel antropológico, lo resaltable de esta relación reside en lo salvaje: el hombre no ha entrenado ni enseñado al pájaro como ha hecho con perros o halcones, sino que se trata de una manera de comunicación y colaboración natural. "Lo remarcable es que implica a animales viviendo en libertad cuyas interacciones con humanos probablemente hayan evolucionado por selección natural a través de cientos de miles de años", declara a EL ESPAÑOL Claire Spottiswoode, una de las autoras del estudio, especialista en la biología evolutiva en la Universidad de Cambridge y en la Universidad de Cape Town."Además, la miel es una buena fuente de calorías que se puede obtener legalmente de la naturaleza, ¡y en todo el mundo a la gente le gusta las cosas dulces!", bromeala investigadora.
Un hombre obtiene el panal del tronco de un árbol. Claire SpottiswoodeEn el mundo animal sólo se ha observado un caso similar de interacción: en algunas costas de Brasil los delfines reúnen manadas de salmonetes en las redes de lospescadores, "pero no se sabe si es mediado por una comunicación recíproca como el caso de los guías de la miel y los humanos en África", aclara Spottiswoode.
"Este tipo de hallazgos son únicos", cuenta a este periódico Laura Jiménez Ortega, profesora de psicobiología en la Universidad Complutense y miembro del Centro Mixto UCM - ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos,"porque es cierto que las relaciones mutualistas y/o simbióticas en las aves con otras especies son relativamente habituales, pero es muy poco frecuente el mutualismo entre animales y seres humanos".
HACIA LO SALVAJE
Spottiswoode relata su trabajo de campo a este diario: "La increíble ayuda de la comunidad de cazadores de miel del pueblo Mbamba en la Reserva Natural de Niassa fue esencial para el estudio. Tuvimos que andar cientos de kilómetros durante la época más calurosa del año. Algunas veces nos encontramos elefantes,búfalos o leones durante el camino, pero afortunadamente los cazadores de miel son muy hábiles ante los animales y saben reaccionar para mantenerse y mantenernos a salvo, así que realmente nunca sentí peligro".


"Para cantar, las aves utilizan unas estructuras del cerebro determinadas muy similares a áreas lingüísticas del cerebro humano, lo que implica que tienen una gran capacidad para asignar un significado a los sonidos. Hoy en día, de hecho, se considera que el cerebro de las aves es muy similar al de los seres humanos en cuanto a estructura y función", declara Jiménez Ortega, especialista en etología (estudio del comportamiento humano y animal) de aves.













