A mi me da pena porque las familias son majas, aunque no tengamos mucho trato. Todo porque yo no soy una madre de esas que se convierten en amigas de los padres de los amigos/compañeros de sus hijas. Vamos, que los padres de los amigos de mis hijas no son mis amigos. No hasta ahora. El trato es correcto y cordial, con unos más que con otros. Pero a mis niñas, sobre todo a la mayor, le encanta que yo hablé con los otros papás, sobre todo con los de sus mejores amigas, y para esto yo soy bastante independiente. Educada, pero a lo mío y sin molestar a nadie. Es más, con algunos padres y madres de compañeros tengo muy buen rollo y las nenas aunque compartan clase ni siquiera juegan juntas.
Luego se da la situación a la inversa. Porque en general puedo decir que mis hijas no son amigas de los hijos de mis amigas. Primero porque no vivimos cerca y nos vemos poco. Además mis criaturas prefieren jugar con nenas más o menos de su edad y claro, si alguna amiga tiene un nene pequeño, no digamos ya un bebé, lo ven como un muñeco y poco más.
A la mayor le encantan los niños, pero para jugar nada como las amigas que ve en su día a día. En unas semanas será su cumpleaños y ella está deseando celebrarlo con sus amigos. De hecho no lo vamos a tener fiesta más que con la familia y los amiguitos, los suyos, no con los míos y su descendencia.
Supongo que en algunos de estos casos acaban surgiendo una relación de amistad. Si hay intereses comunes, feeling, sintonía. Y también si pasa el tiempo y los hijos crecen juntos. Porque la amistad no es cosa de pasar alguna tarde juntos en el parque. La auténtica, claro.