Los paralelismos que ve Krugman entre 2010 y los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial

Publicado el 06 septiembre 2010 por Jaque Al Neoliberalismo
Esta es la situación: la economía estadounidense ha sido destrozada por una crisis financiera de gran magnitud. Las políticas del presidente Obama han limitado los daños, pero han sido muy cautas y el desempleo se mantiene alto. Se necesitan más acciones, pero el público no apoya al Gobierno y parece dispuesto a inflingir a los demócratas una severa derrota en las elecciones de fin de año. Paul Krugman traza una serie de paralelismos entre el momento actual y el año 1938, cuando la economía yacía estancada tras la debacle de la Gran Depresión.
En su columna publicada ayer en The New York Times Krugman señala algunos paralelismos entre ambos momentos históricos para recordar que la Segunda Guerra Mundial fue el verdadero revulsivo que sacó a Estados Unidos de la crisis, y que el endeudamiento que supuso la guerra entonces fue mucho mayor del que sería necesario ahora.
Los economistas que aconsejan a Obama dicen que no quieren repetir los errores de 1937, cuando el entonces presidentes Franklin Delano Roosevelt retiró sus estímulos fiscales demasiado pronto. Sin embargo, para Krugman, Obama ya ha hecho lo mismo al crear unos programas de estímulo escasos y muy breves, que apenas han ayudado al desempleo y que ahora mismo están desapareciendo.
Según este punto de vista, la historia de 1937 se está repitiendo. Roosevelt hizo caso a aquellos que le pedían que recortara el déficit en un momento en el que el pueblo americano se volvió en contra de las medidas expansivas del New Deal y pedía mayor austeridad. De hecho, Krugman cita una encuesta de Gallup de 1938 en la que el 63% de los encuestados se oponía a mayores estímulos fiscales. El mismo porcentaje de personas pensaba que había que recortar los impuestos antes que incrementar el gasto.
Las elecciones de 1938 fueron un desastre para los demócratas, recuerda Krugman, ya que perdieron 70 asientos en la Cámara de Representantes y 7 en el Senado. Y entonces llegó la guerra. Desde un punto de vista económico, la Segunda Guerra Mundial disparó el déficit y el gasto del Gobierno hasta niveles que nunca se habrían aprobado de otro modo. En concreto, el gobierno se endeudó por aproximadamente el doble del valor de su PIB en 1940, lo que según sus cálculos son unos 30 billones de dólares actuales.
Krugman recuerda que si alguien hubiera propuesto endeudarse tan sólo por una parte de eso habría recibido las mismas críticas que hoy reciben los que, como él, piden más gasto. Y aquí es donde llega el punto clave del razonamiento de Krugman. El gasto y el déficit crearon un boom económico y ese boom sentó las bases para una prosperidad a largo plazo. De hecho, recuerda el economista, el total de la deuda (pública y privada) cayó como porcentaje del PIB gracias al crecimiento y la inflación, que redujo el valor de las deudas contraídas.
Finalmente, tras la guerra, gracias a la mejorada situación financiera del sector privado, la economía fue capaz de crecer con fuerza sin tener que recurrir a más déficits. La lección que nos enseña la historia es clara, según Krugman: cuando la economía está claramente deprimida, las reglas habituales no funcionan y la austeridad es contraproducente. Cuando todo el mundo intenta pagar sus deuda al mismo tiempo, el resultado es depresión y deflación, por lo que el problema de la deuda se agrava.
Por el contrario, gastar es necesario porque una subida temporal del gasto a través del déficit, a una escala suficiente, puede curar los problemas producidos por los excesos pasados. Pero la historia de 1938 nos enseña que es muy difícil aplicar estas recetas, ya que no hubo voluntad política de hacerlo y la resolución de la crisis vino básicamente por accidente.
Krugman termina deseando que esta vez se haga mejor, pero se muestra pesimista porque tanto los políticos como los economistas se han pasado décadas desaprendiendo las lecciones de los años 30 y parecen decididos a repetir los mismos errores.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización