Aunque en muchas ocasiones los parásitos se contentan con vivir a expensas de su huésped, en otras ocasiones esta relación llega a ser mucho más compleja, pudiendo manipular el comportamiento de su víctima para que actúe en su beneficio. En algunos casos estas alteraciones del comportamiento pueden ser pequeñas modificaciones de comportamientos ya existentes, pero en otras los parásitos inducen comportamientos completamente nuevos en los huéspedes, de forma que las especies parasitadas se convierten en auténticos zombis que pueden llegan a suicidarse obedeciendo las órdenes de los parásitos.
Un caso muy conocido es el del platelminto Leucochloridium paradoxum, que se puede encontrar en el centro y norte de Europa. Este parásito necesita completar su desarrollo dentro de un pájaro, pero para llegar a él necesita un mensajero, que no es otro que un caracol. Una vez que entra en él, la larva empieza a crecer en su interior y cuando alcanza el tamaño suficiente perfora su cabeza y se dirige hacia los cuernos de su víctima, y aprovechando la transparencia de la piel, empieza a estirarse y contraerse, formando un llamativo semáforo de colores que se asemeja a un gusano multicolor. Pero esto no es suficiente.
Un caracol sano se suele esconder entre la vegetación, en lugares donde pocas aves puedan verlo. El parásito, una vez que infecte al caracol manipulará su comportamiento y a partir de ese momento rehuirá las zonas de sombra y subirá hasta las hojas más expuestas a la luz, donde será muy visible para los depredadores, que acudirán rápidamente atraídos por sus irresistibles cuernos (Wesołowska &Wesołowski, 2013). Una vez que el pájaro se lo coma, el parásito se desarrollará hasta el estado adulto en su aparato digestivo. Posteriormente, estos adultos se reproducirán sexualmente dentro del pájaro dando lugar a huevos que serán liberados con los excrementos, cerrando el ciclo cuando un nuevo caracol se los coma al alimentarse de las hojas donde han caído.
Hay otros muchos casos de parásitos que modifican el comportamiento de sus huéspedes para hacerlos más visibles y vulnerables a los depredadores. Por ejemplo, la Toxoplasmosis es una enfermedad producida por el parásito Toxoplasma gondii. Esta enfermedad puede ser peligrosa para el ser humano, y una de las vías de transmisión es a través de los gatos infectados. ¿Pero cómo llega el Toxoplasma al gato? Una de las vías de contagio es a partir de los ratones y ratas. Estos roedores reconocen de forma innata el olor de la orina de los gatos y huyen al detectarla para salvar su pellejo. Pero cuando un ratón esta infectado por el Toxoplasma, ese olor que antes era desagradable desencadena una irresistible atracción sexual, de forma que el ratón en vez de huir se acercará a la fuente de la orina, acabando sus días entre las fauces del gato, con lo que el Toxoplasma habrá conseguido su objetivo (House et al., 2011).
El efecto del Toxoplasma sobre la conducta podría no estar afectando solo a roedores y gatos. Hace unos años, el Dr. Kevin D. Lafferty publicó un artículo en el que sugería que el toxoplasma podría estar afectando a la conducta humana en una escala sin precedentes (Lafferty, 2006). Según este estudio, en aquellas poblaciones humanas en las que este parásito es muy común debido a la costumbre de tener gatos como mascotas en las casas, se podría estar produciendo una modificación de la personalidad en masa y podría estar dando lugar un cambio cultural que ya estaría resultando evidente.
Pero si hay un caso de parásitos controladores de la mente que me ha llamado especialmente la atención es el de las llamadas Avispas controladoras del género Glyptapanteles. Las hembras fecundadas clavan su tubo ovopositor en una oruga de mariposa e inyectan varios huevos en su interior. Una vez dentro, la oruga parasitada permanecerá viva mientras los huevos se desarrollan en su interior y dan lugar a larvas que se alimentarán de sus fluidos corporales. Una vez que las larvas se hayan desarrollado hasta un determinado tamaño abandonarán el cuerpo de la oruga y una vez en el exterior tejerán sus capullos para completar la metamorfosis.
Hasta este punto, el proceso es similar al que ocurre en muchas especies de avispas parásitas, como los Incneumónidos. Lo realmente asombroso de las Glyptapanteles, es que al mismo tiempo que la hembra inyecta los huevos en la oruga, inocula un virus que contiene material genético de la avispa, de forma que una vez infectada con el virus, ese material genético se transcribirá con el ADN de las oruga (Desjardins et al, 2007), lo que provocará un cambio radical en su comportamiento.
Oruga de mariposa infectada defendiendo a los hijos de su verdugo
Y lo que ocurre cuando las larvas de avispa abandonan el cuerpo de la oruga es asombroso. Una vez fuera de su víctima, las larvas tejerán sus capullos y allí permanecerán varios días hasta completar la metamorfosis. Durante todo ese tiempo, la oruga parasitada no se moverá de su lado, los protegerá contra las hormigas y otros insectos depredadores y atacará con una gran agresividad a cualquiera que se acerque a ellos. La oruga permanecerá con vida hasta que las avispas eclosionen de sus capullos y en ese momento morirá.
El caso de las avispas Glyptapanteles ha sido puesto como ejemplo de la teoría del Fenotipo extendido, formulada por Richard Dawkins en 1982. Según Dawkins, el comportamiento de un animal tiende a maximizar la supervivencia de los genes para ese determinado comportamiento, independientemente de que dichos genes estén o no en el cuerpo de ese animal. En este caso, los viriones que están presentes en la avispa hembra se traducen en la oruga huésped e inducen los movimientos de la misma para atacar a los intrusos, lo que incrementa las probabilidades de trasmisión y supervivencia del parásito. De esta forma, el comportamiento de defensa de las pupas de avispa perdura gracias a la interacción de unos determinados genes en otro organismo diferente, en este caso, la oruga parasitada.
Referencias
- Dawkins, R (1982). The Extended Phenotype. Oxford University Press
- Desjardins CA, Gundersen-Rindal DE, Hostetler JB, Tallon LJ, Fuester RW, et al. (2007) Structure and evolution of a proviral locus of Glyptapnateles indiensis bracovirus. BMC Microbiology 7(61). doi:10.1186/1471-2180-7-61
- House PK, Vyas A, Sapolsky R (2011) Predator cat odors activate sexual arousal pathways in brains of Toxoplasma gondii infected rats. PLoS ONE 6(8): e23277. doi:10.1371/journal.pone.0023277.
- Lafferty KD (2006) Can the common brain parasite, Toxoplasma gondii, influence human culture? Proc. R. Soc. B 273: 2749–2755
- Wesołowska W &Wesołowski T (2014) Do Leucochloridium sporocysts manipulate the behaviour of their snail hosts? Journal of Zoology 292: 151–155