Los peligros de Internet

Por Somospsico

“Internet lo es todo”, o al menos eso pensamos cuando al sentarnos frente al ordenador y aplicar unos simples golpecitos a unas teclas acabamos accediendo a tal infinidad de contenidos. Para alguien nuevo en la materia, las posibilidades que ofrece llegan a resultar verdaderamente asombrosas.

Los avances tecnológicos en general y en informática en particular nos han traído la posibilidad de tener una vida más cómoda. Gracias a Internet ya no necesitamos, por ejemplo, acudir a las agencias de viajes a por nuestros billetes, ir a casa de nuestro amigo para verle o incluso ir a las tiendas para comprar. Sin duda es un gran avance pero… ¿es siempre en la correcta dirección?

Quizá deberíamos reflexionar acerca de esa supuesta “comodidad” que la red supone. No debemos olvidar que Internet es algo bastante abstracto, un instrumento difuso creado por el hombre en el que las cosas no tienen por qué ser siempre lo que parecen. La red ha llegado a convertirse en una herramienta utilizada para relacionarnos, buscar información o incluso hallar consuelo, muchas veces sin considerar los posibles perjuicios consecuentes a tales usos.

Por poner algunos ejemplos, muchas veces usamos Internet para informarnos acerca de esa posible enfermedad que podemos estar padeciendo. Al hacerlo, lo único que hacemos es preocuparnos más, pues muchos de los datos que se ofrecen nos resultan cuanto menos terroríficos. A pesar de ello, llegamos a aceptarlos como válidos con el consecuente aumento de la intranquilidad, pues siempre nos resultará más cómodo, fácil y seguro que acudir al médico.

Otro es el caso de su gran carácter impersonal, en el cual ordenamos servicios o artículos desde lejos sin beneficiarnos de lo positivo de una transacción cara a cara corriente. Este factor termina por hacernos más fríos, impidiéndonos desarrollar nuestra inteligencia emocional en el sentido de que no tenemos la necesidad de interpretar los estados afectivos de nadie, pues nos basta con comprender el significado de unas cuantas ventanas emergentes.

Y para terminar con el último de los obstáculos, y quizá el más preocupante, no olvidemos el enorme auge de las redes sociales y de cómo hemos reemplazado nuestras relaciones físicas por las informatizadas. Gracias a ellas, estamos llegando a  acomodarnos a lo abstracto, a un diálogo de sombras que nuestra mente se encarga de cubrir de color para hacerlas más apetecibles y reales, pero que en muchos casos siguen rodeadas de ese halo de ficción que siempre acompaña a lo desconocido.