Los periódicos cierran, la música no se vende, la gente lee blogs, menos tele, más internet... muchos se echan las manos a la cabeza deseando que las cosas nunca cambien.
Esta "... gran revolución hará que muchos periódicos tengan que someterse al destino y desaparecer..." - es una declaración típica de un editor de periódico... en 1845.
Hasta entonces los sucesos tardaban mucho en llegar de un lugar a otro. Si conseguías tener la información una hora antes que los demás tenías un gancho para vender tus periódicos. Los rotativos estaban enfocados especialmente en conseguir ser los primeros en tener una noticia, aunque prontitud en este caso significase esperar un par de semanas (o meses) a leer sobre un acontecimiento. Las noticias las traían hombres de negocios y comerciantes que viajaban con regularidad, la batalla era tener acceso a estos antes que los demás.
Cuando comenzó a funcionar el telégrafo todo esto cambiaba radicalmente. De pronto existía un lugar donde llegaban todas las noticias y además de forma instantánea. La pelea por las noticias más rápidas había acabado, estas pasaban a estar en manos del telégrafo. ¿Para que eran necesarios los periódicos? La oficina telegráfica podría repartir la información directamente. Era, definitivamente, el fin del periódico.
Ahora sonreímos cuando leemos esto. El telégrafo hizo exactamente lo contrario: le dió una vida a los periódicos que nunca antes habían tenido. Los operadores telegráficos no fueron capaces de crear sus propios medios de difusión. Poner en marcha y mantener las líneas telegráficas era más que suficiente trabajo. Los periódicos tenían las herramientas perfectas, en su lugar y preparadas para difundir las noticias que llegaban a través del divino cable. Se necesitaban unos a otros. Ahora podías leer en un periódico algo que había ocurrido hacia unas pocas horas en otra ciudad o incluso en Europa. Los periódicos incluso sacaban nuevas ediciones cuando algo nuevo ocurría, pasaron de sacar una edición cada par de días a tener ediciones extras a las diarias.
El telégrafo también democratizó la información, periodistas y políticos debían ser más cautos con lo que decían. Algo que un político prometía en una ciudad se leía en pocas horas en otra en el otro extremo del país. Un análisis de un periodista prediciendo acontecimientos podía ser contrastado antes de que se olvidase.
El telégrafo no mató los periódicos, pero si cambió radicalmente la forma de hacer periodismo, de servir noticias y de competir unos con otros. Sólo aquellos que tuvieron la flexibilidad necesaria para poder adaptarse al nuevo modelo sobrevivieron. Los que no, desaparecieron.
El telégrafo hizo la información más accesible, de esta forma unos y otros tuvieron que mantenerse más a raya. Cambió el estilo y la forma de los periódicos y moldeó lo que el público pedía de un rotativo. Muy parecido a lo que está ocurriendo ahora con internet.
Ciento cincuenta años después los periódicos, la música, las comunicaciones o los libros se enfrentan a un nuevo reto... el telégrafo ha vuelto. De la misma forma que pasó en 1845, se abre ante los diferentes sectores una nueva forma de hacer negocio. El que se adapte, sobrevivirá pero el que no, desaparecerá.
Lo curioso es que aquellos que sobrevivieron a la llegada del telégrafo no sólo se mantuvieron a flote sino que disfrutaron de una bonanza como antes no habían soñado.
Los periódicos no se hunden... se hundieron hace 150 años.
Artículo original: Network effects, en la revista The Economist.