Afirmar que el triunfo del Brexit se debe a la torpeza de Camerón, ocultando el fracaso de una Europa, manejada por políticos que desprecian a los ciudadanos y a la democracia, que ya no entusiasma ni emociona, ni es valorada por sus ciudadanos, es una postura mendaz y miserable. Camerón ha hecho lo que debe hacerse siempre en democracia: dar la palabra a los pueblos para que expresen su voluntad.
Hay bastantes periodistas malvados que defienden falsedades y propagan mentiras, pero hay muchos más que son simplemente imbéciles e ignorantes que olvidan que la democracia es transparencia y verdad, además del gobierno de las mayorías. Desde esa ignorancia temeraria sostienen esa herejía antidemocratica que consiste en imponer al pueblo los criterios de la élite. "No hay que preguntar al pueblo", sostienen esos energúmenos que hace mucho que dejaron de ser periodistas para operar como policías del pensamiento al servicio del poder.
Se han convertido en los escuderos más eficaces de esa mala política que ha asesinado la democracia divorciándose de los ciudadanos. Es la política que está fracasando en todo el mundo, la que obliga a los europeos a recibir contra su voluntad a millones de inmigrantes sin seleccionar, entre los que abundan delincuentes, terroristas, adictos a los subsidios y gente hostil que no quiere integrarse.
En España, los gobiernos han impuesto sus criterios a los ciudadanos una y otra vez, contra la voluntad de la mayoría. No se atreven a someter a referéndum criterios como la financiación pública de los partidos porque lo perderían en una proporción de 10 a 90, ni tampoco el mantenimiento de el incosteable Estado de las autonomías o la inflación de políticos aforados y otros privilegias políticos.
Los periodistas ocultan a los ciudadanos fenómenos tan intolerables como ese rechazo ciudadano masivo a los políticos, que invalida y deslegitima la democracia, o el verdadero alcance de la corrupción en el corazón y la cúspide del Estado, que es espeluznante.
Los periodistas, en España, están infiltrados por cientos de mentirosos y manipuladores al servicio de los partidos, traidores de una ciudadanía que en democracia tiene derecho pleno a la verdad y a estar informados con independencia y limpieza.
Los periodistas, a pesar de que todavía sobreviven cientos de luchadores honrados y veraces, merecen como colectivo ser considerados como los peores enemigos de la democracia y la decencia, junto con sus amigos los políticos.
Francisco Rubiales