Páginas: 224
ISBN: 9788498383584
Precio: 15 €
Irène Némirovsky
Irène Némirovsky
La realidad supera la ficción, y la vida de Irène Némirovsky podría ser un buen ejemplo de ello. Nació en Rusia en el año 1903 y recibió una educación exquisita a cargo de una institutriz francesa (motivo por el que el francés se convirtió casi en su lengua materna), aunque a pesar de ello no tuvo una infancia feliz. En el año 1919, su familia se vio obligada a huir de la Revolución bolchevique, por lo que se instalaron en París, donde en 1926 obtuvo su licenciatura en Letras en la Sorbona. Tres años más tarde, envió su primera novela a una editorial, David Golder, con la que dio el pistoletazo de salida a una exitosa carrera que la convirtió en una de las escritoras más prestigiosas de Francia. Pero su vida no fue fácil: su origen judío la obligó a refugiarse en un pueblo de la Borgoña en 1940, y dos años más tarde fue deportada a Auschwitz, donde murió. A pesar de las terribles circunstancias que atravesaba, Némirovsky pudo dejar una maleta a sus hijas, una maleta que contenía el manuscrito inacabado que sorprendentemente se convertiría en un éxito más de cincuenta años después.De entre todos los títulos que publicó, en España se han reeditado en los últimos años los siguientes (todos de la mano de Salamandra): David Golder, El baile, El ardor de la sangre, El maestro de almas, El caso Kurílov, Nieve en otoño y Los perros y los lobos, además del exitoso e inacabado Suite francesa, que en 2004 supuso todo un fenómeno literario en diversos países y es, en gran medida, el «culpable» de que se haya recuperado a esta magnífica autora.
Sinopsis
Ada Sinner es una niña judía que vive en Ucrania en los años veinte. Huérfana de madre, se ha criado junto su padre durante los primeros años de su vida, y pronto su tía se instala en casa con sus dos hijos. El pequeño, Ben, se convierte en el amigo inseparable de Ada: juegan juntos, ríen juntos, crecen juntos… Ambos pertenecen a una de las clases más bajas de la ciudad, y miran con envidia a un primo lejano, Harry Sinner, cuya familia se enriqueció gracias a los negocios y ahora viven cómodamente. Parece mentira que dentro de un mismo linaje pueda haber personas tan pudientes y otras tan desfavorecidas, pero no es eso lo que llama la atención de la muchacha: Ada se enamora al instante de Harry, un amor platónico, porque las diferencias sociales entre ambos impiden cualquier acercamiento.Años más tarde, las dos familias se ven obligadas a huir del país y vuelven a encontrarse en París. Ada se ha casado con Ben y aspira a dedicarse a la pintura; no obstante, en sus adentros aún tiene muy presente a Harry, al que sigue sin conocer en profundidad. El destino de los jóvenes todavía quiere jugar algunas cartas con ellos, por lo que las coincidencias para que puedan verse llegarán, y quizá esta vez no sean tan fugaces como antes.
Estilo
Ante todo, Irène Némirovsky es una gran escritora: su prosa destila elegancia y buen gusto, con un lenguaje cuidado hasta el más mínimo detalle y unos fragmentos cargados de matices que vale la pena leer con calma para apreciarlos bien. La autora se muestra hábil tanto en los diálogos –muy vivaces y expresivos— como en las descripciones —con abundante adjetivación, aunque no por ello pesadas de leer—, estilos que alterna en la novela. Dibuja todas las escenas meticulosamente y sabe entrelazar las pertenecientes a distintos personajes de forma adecuada. No se puede decir que tenga un estilo adictivo, si bien captó mi interés desde las primeras líneas y no me ha aburrido en ningún momento. A pesar de su brevedad (en la extensión de los capítulos y el propio libro), aprovecha bien cada frase, cada palabra, para construir una historia intimista y minuciosa, con una redacción muy superior a gran parte de la narrativa actual.El libro en sí
En primer lugar, me fascina la capacidad de Némirovsky para decir tanto en tan pocas palabras. Y es que, en efecto, la novela apenas cuenta con doscientas páginas y parece mentira que tenga tantas tramas, tanto contenido. No es fácil condensar las ideas sin quedarse cojo, de hecho, muchas veces he criticado textos breves porque en mi opinión ofrecían una versión demasiado superficial de la historia. A partir del triángulo amoroso, nos habla de la forma de vida de los tres implicados, con sus traumas y aflicciones, la relación de Ada con su tía, el papel de diversos secundarios y, por supuesto, el contexto histórico de Ucrania y París. No se desaprovecha ni una línea, y tampoco le falta nada.
En El ardor de la sangre descubrí la habilidad de la autora para plasmar emociones, hecho que ocurre de nuevo en Los perros y los lobos. Más que sentimientos, la novela está llena de pasión, ímpetu y exaltación, rasgos que definen perfectamente a los protagonistas. Si alguien esperaba una historia de amor tranquila, va mal encaminado: Ada y Ben tienen un carácter que les hace vivirlo todo con intensidad; ella por su espíritu soñador con Harry, él por la personalidad avispada que ha mostrado desde pequeño. Harry no deja de ser «el niño rico», simplemente cumple con el papel que se espera de él. Pienso que este ardor, estas pasiones desgarradoras, pueden ser una desventaja para algunos lectores, pues ciertamente hay cosas que no resultan demasiado creíbles (básicamente, que toda la historia se sostenga sobre la ilusión infantil de conocer a su particular príncipe azul). A pesar de todo, la novela tiene tantas cualidades que doy por válido este recurso.
Del mismo modo, hay aspectos de la trama que pueden parecer previsibles (unos más que otros), aunque eso no supone un problema para mí porque el valor de la obra va mucho más allá del típico «con quién acabará Ada». No obstante, he querido mencionarlo porque no quiero transmitir una idea equivocada. Los perros y los lobos es, ante todo, una novela intimista, así que no esperéis ni grandes acciones, ni giros argumentales especialmente sorprendentes.
Asimismo, en las relaciones interpersonales también hay mucho jugo. Triángulo aparte, se habla de la tía que no soporta que su sobrina sea mejor que su hija, un hilo argumental de sobra desarrollado en la literatura, aunque no por ello pierde interés (no hace falta aportar algo nuevo, la forma de narrar de Némirovsky hace que sientas ganas por saber qué ocurrirá, trate el tema que trate). En relación con la inmigración que comentaba antes, conocemos cómo se las arreglaban los judíos que querían casarse con francesas de buena familia, porque no estaban muy bien vistos. En definitiva, el libro está cargado de tramas interesantes, presentadas con facilidad, que enseguida conectan con el lector.
El final me ha dejado muy buen sabor de boca. Pese al regusto agridulce de los sucesos anteriores (no revelo nada esencial, creo que salta a la vista que Irène Némirovsky no escribió historias flower power), me ha gustado mucho, y creo que no podía tener un desenlace mejor (tanto por lo que ocurre, como por la forma de narrarlo, porque la autora tiene citas y fragmentos para enmarcar). En esto supera al de El ardor de la sangre, que me pareció un poco precoz.
Mi valoración: 7,5/10