En Portobel, un pueblo a orillas del Mediterráneo, se yergue Galeón, la única escuela de piratas del mundo. Garsen, el director, elige a los alumnos de acuerdo con una serie de parámetros exclusivos que tan sólo él conoce.El protagonista, que pronto será conocido como Napias, es reclutado a la edad de 7 años. En el barco escuela conocerá a otros muchachos en su misma situación, como Carasucia, Esther, Paquimari, etc. Vivirá tiempo casi felices hasta que un día... el capitán Garsen desaparecerá misteriosamente y llegará al barco el pirata Lewis, su más feroz enemigo, con la intención de recuperar el tesoro que dice les robo Garsen.Utilizando a los muchachos de la escuela como tripulación, se lanzarán a la búsqueda del tesoro.
A ver por donde empezamos, pues son muchas las cosas que me han gustado de esta novela.En primer lugar, el público de destino: es una novelita dirigida a un público juvenil, lo que no es óbice para que no sea leída por un adulto, pues está bien escrita, es divertida, se lee de un tirón y puede retrotraerte a tiempos de la infancia. Quizás el público deba ser a partir de los 12 años pues si bien el lenguaje es muy correcto y viene acompañado de un estupendo glosario, tal vez sea un poquito lioso para un peque de menor edad que no entiende de tanto término marinero, ni se encuentra acostumbrado ni motivado a buscar palabras que no conoce según va leyendo.En segundo lugar, la ambientación: cobra especial relevancia Galeón, la escuela, pues al contrario de lo que todo el mundo podría pensar, se encuentra ubicada en un bosque, en lugar de en zona marina. Por supuesto, el mar y determinada isla tropical no podían faltar. El pueblo natal de el napias es lo menos descrito, apenas unas líneas, lo que hace que rápidamente lo olvidemos, nos centremos en el escenario principal y seamos un estudiante jovenzuelo más.Hablamos de una escuela sin parangón en el mundo entero y con todos los alicientes que podemos esperar para resultar aleccionadora, entretenida y muy vistosa: clases de esgrima, insultos, batallas de escupitajos, lanzamientos de bolas, peleas, intercambio de profesores, chivatazos, etc.Esto nos lleva a otro punto importante, pues Rafael Estrada, por medio de los ojos de un niño de 13 años, nos hace viajar a través del crecimiento de estos jóvenes piratas con lo que, dentro de su particular situación, reconocemos el paso de la niñez a la adolescencia con todo lo que ello conlleva, y nos ofrecerá determinados toques pedagógicos al respecto del honor, la justicia, el respeto a los mayores y las interrelaciones entre adolescentes. Algo que, en mi opinión, consigue con nota.
Se observa también una gran labor de documentación que ha realizado el autor, en la cantidad de términos marinos que ha utilizado, algo a lo que, además, ha tenido la paciencia necesaria para reunir en un glosario que nos ayude (a alguno) a salir de la supina ignorancia que padecemos en este terreno y, por otro lado, ayuda en en proceso de familiarización de los niños con los diccionarios.
Por lo que he podido comprobar en cuentos más infantiles, Estrada es también un experto dibujante, que ilustra sus propios cuentos. Aquí no muestra esa faceta y es algo a lamentar porque, probablemente, habría quedado muy bien.
En definitiva, una novela muy entretenida, con acción encadenada que engancha y con final sorpresa. Una novela que se lee de un tirón y animo a leer a todos aquellos que quieran sentirse libres y más jóvenes por un momento.¿A quién no le hubiera gustado ser instruido en una escuela de piratas y surcar los mares con los compañeros? A mi, sí.