Los placeres del consuelo.
Está de moda, y sobre todo en estas fechas navideñas, el marketing enmascarado de consolación. Aparentar por una quincena al año que todo va bien, o al menos irá bien, eso seguro.
El consuelo de los trabajadores es creer que somos de la clase media. Queda genial pensar eso, cuando en realidad para comprar un simple móvil que no nos hace ninguna falta, o tal vez sí, tenemos que fraccionar el pago en 3 cómodos plazos sin intereses. De este modo nos hacen creer que, en efecto, tenemos el poder adquisitivo de comprar lo que nos venga en gana en lugar de mostrarnos la verdad. Llegamos a creer que nosotros tenemos el control de nuestras compras cuando en realidad son ellos los que manejan nuestro dinero. Cuando hablo de que ellos lo manejan no me refiero a ninguna secta Illuminati que nos controla. Es mucho más simple que eso. Ellos son ellos, los que no somos nosotros (el yo). Ellos pueden ser el anuncio que ves por la tele, tu pareja que se acaba de comprar lo último en tecnología, tu amigo que te enseña la ultima televisión con smart TV y no sé qué paridas más para alejarte de tus cercanos. Ellos son la presión social inconsciente que se genera con el consumismo. Y oye, no es malo consumir, no del todo, al menos. Lo malo es creernos que somos nosotros los que elegimos, que somos de clase media y podemos comprar cualquier cosa que nos venga en gana.
El consuelo de los creyentes es creer que nuestros familiares se han ido a un lugar mejor y nos observan, sonriendo y acompañándonos en estas fechas. Los ateos y escépticos están muy jodidos aquí. No está mal pensar que se han ido a un lugar mejor, es un dogma bonito y incluso yo creo en la vida después de la muerte. El yerro está en usar la religión como única vía de consolación.
El consuelo de los pobres es pensar que algún día cambiará su suerte y el de los ricos que, como tienen mucho dinero, no serán nunca pobres. Grave error.
El consuelo de los analfabetos es decirse a sí mismo que no han tenido nunca tiempo de estudiar porque la vida les ha obligado a trabajar. Esto me lo podía haber creído en los años 80 o 90. Ahora, con la tecnología e internet en nuestras manos, podemos ser tan sabios como nuestras ganas nos dejen, pero invertimos el tiempo en otras payasadas para alejarnos de la sabiduría.
El consuelo de los sabios es creer que no están solos.
Pero da igual que seas trabajador, creyente, rico o pobre, analfabeto o sabio. Somos necios al consolarnos. Porqué mientras nos estamos auto consolando una persona llora porque nos necesita cerca y no le prestamos la más mínima atención sucumbiendo a los placeres del consuelo del necio.