Los platos de papá

Por Conmdemamá @CONMDEMAMI

Mi padre era aficionado a los platos de cerámica. Tenía un montón. Le gustaban tanto que incluso cuando viajé a Túnez me pidió que le trajera uno de allí, porque sabía que sus motivos nada tienen que ver con los que usan aquí en Manises.
Cuando emprendió el viaje a su estrella, para no volver, mis hermanos y yo nos repartimos sus platos. Creo que ninguno lo hicimos con idea de colgarlos en la pared, como él los tenía. Yo aquí en casa los uso de frutero, de base para bizcochos, para sacar dulces... Y de centro en la mesa de la terraza. Nunca lo hubiera dicho cuando hace años los contemplaba en la pared del pasillo de mi padre... Me chiflan los platos de cerámica. 
Hoy se ha roto uno. Uno de mis preferidos. Tenía la medida perfecta para mis bizcochos redondos. Le tenía especial cariño no sé por qué. Quizás eran sus colores vivos, tan de aquí, quizás su tamaño perfecto, o simplemente que usarlo era tener cerca a papá.

Hace un tiempo al ver el plato hacerse trozos habría llorado desconsoladamente. Hoy me ha dado mucha pena precisamente porque era tuyo, pero... es sólo un plato. Tú no te vas con él aunque lo tire porque siempre estás. Porque un plato no puede albergar todo el amor que se siente por una persona. 

Nos empeñamos, yo la primera, en guardar objetos de quienes ya no están. Nos resulta muy difícil deshacernos de ellos porque nos da la sensación de que con cada objeto que no nos quedamos perdemos un poquito (más) a quien tanto hemos querido. Sin embargo, con el tiempo, aprendemos que no es así; que lo material nos ayuda a superar la primera fase de pérdida, pero que como jamás podrá suplir el afecto que nos falta, acaba dejando paso a la no necesidad de posesión tangible.

Hoy se ha roto mi plato favorito, y por un momento me he debatido entre entristecerme y no. Me alegra no haberlo hecho. Parece que voy aprendiendo, muy poco a poco, a quererte diferente.