Ramón Ayala elige para la charla un pequeño rincón que queda libre en el living de su casa, casi todo cubierto por sus pinturas en creación, una computadora y recuerdos de sus viajes por el mundo, como un gran baúl dorado traído de Medio Oriente. Es que el gran artista misionero recorrió un largo camino.
En más de cuatro décadas de trabajo se animó a transitar por la innovación musical, con la interpretación de una guitarra de diez cuerdas y la creación del gualambao, "un ritmo misionero que describe los misterios de la selva", explica. Su genio artístico lo llevó también hacia los caminos de la plástica, con sus creaciones de tipo cubista y sus paisajes asombrosos. Cruzó historias de leyenda, como cuando conoció a Ernesto Che Guevara en Cuba y supo que allí admiraban su música. Y alcanzó el reconocimiento de sus pares como Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Los Nocheros y Liliana Herrero, quienes interpretan sus canciones.
Pero Ramón Ayala es ante todo un poeta, un hombre que supo y sabe describir como pocos los secretos de su tierra en rojo y verde, el ritmo de sus grandes saltos de agua, el trabajo anónimo e incansable de El Mensú -en idioma guaraní, el cosechero de la yerba mate-, El Cachapecero -carrero del monte-, El Jangadero -el hombre de la balsa-, El Cosechero -trabajador de los algodonales-, personajes de la esencia misionera a quienes dedicó muchas de sus creaciones.
"Creo que en estos hombres del interior que están en contacto con la tierra existe una transparencia, una frescura en su trato, una verdad. No son seres que tienen dos vueltas o dos caras. Cuando te dan la mano te la dan firme, lo que denota que hay un hombre. Ese hombre de Misiones, como el de otras provincias, es así, total, y como ama a su tierra y la defiende es doblemente noble y digno de respeto".
- ¿Ese hombre de trabajo es quien más lo ha inspirado para sus creaciones?
- Hay un estado de conciencia que es cantar a la criatura humana. Pero si ves que todo el fruto de su trabajo va a parar a otras manos mientras vive en la pobreza, con sueldos magros, postergado, cuando en realidad es el hacedor y por no tener los medios intelectuales suficientes vive y muere en ese estado, uno se compromete a producir la mejor sustancia para la obra; de ahí viene la canción social. Así nacen canciones como El Mensú, El Cosechero. Si no tenés ese estado de conciencia te convertís en una figura decorativa que va y canta en las fiestas. Ese estado de conciencia te lleva a tener un ímpetu interior que te mueve a realizar cosas, algunas duraderas.
- ¿Usted, entonces, es de los que cree que desde el arte hay que tener un compromiso social?
- El arte tiene que estar al servicio del hombre, como la poesía. La poesía tiene que ser una red para atrapar la vida. Si atrapa silencios o huequedades no sirve. Como poeta te tenés que conmover primero vos y esa conmoción la tenés que transmitir. Uno puede preguntar qué se puede decir de la mirada de un caballo si nunca fuiste caballo, o de un perro. Pero el gran poeta, el artista, es el que tiene la capacidad de descubrir esas cosas. Por ejemplo, en el caso del perro saber ver ese misterio de ternura, de nobleza, de quien te acompaña hasta el último momento de tu vida y se queda al lado de tu tumba cuando ya te has ido. Hay cosas increíbles que el hombre no alcanza a comprender porque la naturaleza no lo ha dotado, entonces tiene que hacerlo el artista.
- ¿La poesía es el arte máximo?
La poesía es la palabra mayor. Poesía es filosofía, es geografía, es psicología, es el hombre. Es el paisaje, es Dios, es la palabra. Poeta deviene de profeta y por eso se le decía vate, porque vaticina, porque ve más allá del horizonte.
El hombre de Misiones ama a su tierra y la defiende, es doblemente noble y digno de respeto.
Ritmos de Identidad,
- Por la gran cantidad de colectividades que alberga y por su ubicación geográfica (lindera con una provincia como Corrientes, de una identidad fuerte, y sus vecinos Brasil y Paraguay), ¿puede decirse que Misiones tiene una identidad propia?
- Lo que pasa es que Misiones, con respecto a otras provincias, es un bebé. Corrientes tiene 400 años; Santiago del Estero, Buenos Aires, también. Misiones no llega a los 100 años. Y está rodeada de grandes dínamos musicales como pueden ser Brasil, Paraguay y Corrientes. De ahí deviene esa inestabilidad interior que crea una conmoción en los músicos. Hay quienes están enfrentados: unos son galoperos, otros chamameceros, otros choteros y ahora están los gualamberos, y yo he sido el cristalizador. Misiones tiene una identidad regional formada por varios ritmos. El ritmo debe ser parido por la tierra. La baguala representa la soledad, la montaña; la vidalita el horizonte, la pampa; el tango es el canto del traje, del smoking, de la ciudad, y Misiones tiene la selva, el misterio, los duendes. El misionero es diferente al paraguayo, al correntino y al brasileño. Por ejemplo, el hombre de la frontera es cansino, pero también es rítmico y sensual como el negro con su manera de bailar, con ritmo de candombe. La gente de la región tiene esa forma de ser, el amor madura pronto. La naturaleza allí es muy generosa, esplendorosa. También hay un conglomerado de gente que va desde el abogado hasta el hombre de la selva, y pasa por un calidoscopio de personas de diversas maneras de ser y de conocimientos y de apetencias, de codicias, soberbias y humildades.
- ¿Y hay una identidad de lo argentino?
- Si digo México uno piensa en los sombreros, los mariachis, las ruinas de los aztecas y los maestros de la pintura como Diego Rivera. Si digo Brasil es el mar, Copacabana, la bossa nova, el trópico, y si digo Argentina como identidad veo el tango que es único en el mundo, y también el gaucho. Pero hemos perdido mucha identidad. En mi carrera profesional, durante mucho tiempo yo no me vestí de paisano, pero ahora lo hago con sombrero, botas, rastra y guitarra porque considero que así defiendo lo perdido. Yo no entiendo al tipo que toca rock y sale con una musculosa o una muñequera llena de púas. ¿Por qué si no le gusta un ritmo nuestro no intenta embellecerlo como hizo Piazzolla con el tango o como hizo Cobián al agregarle la gran orquesta? Tiramos la maravilla que tenemos para tomar la porquería extranjera y encima nos vestimos como ellos. Entonces yo me visto de paisano porque creo que soy un cantor rural que represento al campo argentino, a la selva, a la tierra.
- Sin embargo, hoy hay una vuelta al folklore. ¿Qué opina de esta nueva camada de folkloristas jóvenes y de este resurgimiento de la música autóctona?
- Creo que es positivo porque es algo que nace y se hace por el propio país. Y hasta es positivo aunque puedan estar equivocados. Lo triste es estar acertado en lo extranjero. Pero estar equivocado desde una música del propio país es saludable porque se puede arreglar con el tiempo.
- ¿Cree que nuestro país necesita volver a tener ciertos referentes como los tuvo en su momento?
- Sería muy bueno. Desde lo artístico, Atahualpa Yupanqui fue un referente extraordinario de nuestro país. Fue un poeta, filósofo, músico y cantor popular. Gardel también. Más allá de su voz, era un intérprete extraordinario y un músico extraordinario. Tenía un duende, un ángel único. Lo mismo Julio Sosa, Goyeneche. La tenemos a Mercedes Sosa. Creo que cuesta encontrar ahora referentes así porque los grandes emergen del estudio, del conocimiento. Para parecer hay que crecer. Y crecer demanda comerse una o dos bolsas de sal que significa añares. El problema es el estado de conciencia que uno tiene para poder crecer, para poder ser.
- A pesar de todo, ¿hay aún una riqueza artística?
- Sí, hay buen arte. Argentina es uno de los países más ricos del mundo en la materia. Hay tipos ocultos en este país, en el interior, hay científicos de la música. Lo que pasa es que aquí no existe el olfato para ir a buscar a esta gente y sacarla del anonimato. Hacer un gran encuentro de artistas que están en el interior y traerlos a la ciudad y darles el premio, la ayuda que necesitan para que tengamos referentes, para que nuestra música no decaiga.
- Hablando de referentes, ¿está presente la influencia de Horacio Quiroga en su obra?
- Horacio Quiroga es un lugar cumbre en la literatura latinoamericana, misionera. Entonces, sin pensarlo, uno cae en el ámbito de él. Como cuentista uno lo roza. Uno no puede nombrar la selva y el misterio sin tener presente a Quiroga porque supo captar todo ello.
- ¿Y cómo es la selva?
-La selva es el misterio, como el hombre. Somos tan misteriosos que no se sabe aún cuál fue el primer hombre y cual será el último, ni se sabe de dónde vino ni hacia dónde va. Todo lo que se ha escrito lo ha escrito el hombre para justificar su presencia en la Tierra. Además fue quien creó el destino. La baguala representa la soledad, la montaña; la vidalita el horizonte, la pampa y Misiones tiene la selva, el misterio, los duendes.
Herencia Guaraní.
- ¿Qué representa la cultura guaraní para Misiones y para el país?
- La cultura guaraní es un basamento pero como a lo aborigen, por lo general, se lo margina y subestima, se la ignora. El guaraní es la lengua madre de la región. Al guaraní, por ejemplo, se lo estudia en los colegios como segunda lengua en Paraguay.
- ¿Hay marginación hacia lo indígena?
- Claro que sí. En principio, no les dan la tierra que les corresponde, viven en reducciones. Por lo menos hay algunas ramas religiosas que los protegen, como han hecho los jesuitas en su tiempo. Ellos han sido un acontecimiento importante para la región, por eso los han sacado.
- ¿Encuentra relación entre la música y la pintura?
- Yo creo que todo está relacionado. García Lorca era pintor, Debussy era pintor. Todo está tan relacionado que una cosa puede ser un motivo para otra. Hay obras que merecen un cuadro y un poema. Si uno ve un viejo pidiendo limosna en el portal de una iglesia se imagina las manos sarmentosas, sus harapos, su cara de arrugas y su barba blanca y su piel marcada por el trajín del tiempo, y entonces dice "esto merece un trabajo plástico". Pero también uno piensa que ese hombre ha sido joven y que ha tenido amores o hijos y ahora está abandonado y que es un ser inmenso aunque él no lo sepa. Uno ve la magnitud de un ser humano tirado en el portal de una iglesia por su propia ignorancia, por no haber ahondado en sí mismo; si no, otro habría sido su destino. Ése es un poema: "Tirado en el portal de una iglesia, la carne, el hueso, el silencio, sin saber ese hombre lo que anda por su adentro, sin darse cuenta de que él viene de caminos, de que pudo tener otra riqueza".
La necesidad.
- ¿Cómo nació en usted la decisión de dedicarse a la música?
- Unos lo llaman destino, otros lo llaman mandato extraterrenal y otros lo llaman vocación, pero yo lo llamo necesidad. Necesidad de expresión en función de algo que es la tierra que a uno lo ha parido y entonces lo mínimo que uno puede hacer es difundir su imagen de la mejor forma, digo de la mejor forma porque siempre lo hice por medio de la capacitación.
- ¿Para usted es siempre importante capacitarse?
- Tengo una máxima que no sé si es mía pero dice: "El talento sin el conocimiento es un pálido instrumento". Porque uno puede tener grandes condiciones para periodista, músico o poeta, pero si no se desarrolla va a ser siempre un mediocre. Ése es el conocimiento. Muchos talentosos se han perdido por no desarrollarse. Hay algunas excepciones pero son los genios, son muy pocos.
- Usted, que ha conocido lugares remotos de los cinco continentes, ¿encontró cosas en común entre los pueblos?
- He encontrado paisajes similares. En Tanzania un día encontré un tubérculo al que llaman mohogo, y nosotros lo llamamos mandioca. Y encontré un gran cartel que decía Tangazo en Tanzania, que quería decir fiesta.
- Si tuviera que definir a la provincia de Misiones con un sonido, una palabra y unos colores, ¿cuales serían?
- El sonido sería el del gualambao, por el ritmo de misterio; la palabra sería majestuoso y los colores, rojo y verde, porque son dos tonos de mi tierra y además complementarios del espectro solar y de la teoría del color. Ayala convida con té de manzanilla y, como buen conocedor de los brebajes exóticos de su tierra, dice que entre las variedades de esta infusión milenaria una de las más ricas es la que se prepara con cola de yacaré. "Hay que dejarla al sol más de un mes para que se seque bien y luego se masera. Sale un té con un sabor muy intenso" . Luego coloca un CD en su equipo reproductor y escucha con atención. "Son poemas de Pablo Neruda a los que les puse música", señala, mientras hincha el pecho y se emociona casi hasta las lágrimas. Muestra alguno de sus nuevos cuadros, mientras suenan las campanadas de un gran reloj ubicado en un rincón del cuarto que agregan magia a la situación y marcan el inexorable paso del tiempo.
Sergio Limiroski
Fotos: Sebastián Tripi
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